sábado, 17 de febrero de 2018

Comentario de textos - Enero 2018


Una de esas verdades que de puro obvias parece innecesario recordar es “que todo depende del punto de vista” que al fin y al cabo podría cavar transformándose en que “no existe una verdad objetiva”, algo que claramente entraría en contradicción con el inicio de la frase y con el inicio de esta entada.
¿Qué a que viene este inicio con filosofía barata, más que barata: regalada hecho, lo de regalado, que no nos evita a algunas personas “mirarle los dientes” a cualquier regalo aunque no sea caballar) os preguntareis (o tal vez no)?

Pues básicamente porque iba a empezar diciendo que había sido un mal mes, en el que prácticamente no había leído nada, un mes (algo más de un mes, realmente) durante el que he estado desbordado de trabajo y durante el que me he visto a suspender/no convocar algunas comidas con gente a la que hace mucho que no veo y a la que me apetece mucho ver; un mes en durante el que he tenido algo más de tensión de la recomendable de la que, ahora que me he liberado un poco, me doy cuenta al notar que me duelen las muelas seguramente por haber dormido apretando los dientes como un animalillo.

Si, iba a empezar escribiendo que era había sido un mal mes pero ¿realmente lo ha sido? En el sentido de leer, de mis actividades sociales e incluso de escribir en este blog, sin lugar a dudas lo ha sido, pero la verdad es que también ha sido un buen mes. Ya que aunque todavía no he cerrado el precio que voy a cobrar por los trabajos que he realizado es bastante posible que este mes me proporcione cierta tranquilidad económica para los próximos seis, o más, meses. Lo cual, teniendo en cuenta el estado actual de las cosas y sobre todo como estaban las cosas estos últimos años, pues no esta tan mal como podría parecer. Es verdad que no he conseguido quedar a comer con Lourdes ni con Jose Manuel (ni con otras gentes a las que echo de menos); es verdad que no he vuelto a mi último intento de intentar aprender a tocar la guitarra (esta vez con ayuda de una aplicación de esas de móvil) y que no he tenido tiempo de muchas cosas como subir a ver la nieve a Cercedilla y visitar mi librería de referencia de la sierra (si, esa, la librería Fuenfría, esa que, espero, si estéis visitando vosotros para tomaros unos algos con el librero tarambana), de ponerme a escribir ese libro técnico que tengo entre manos y que mi editor todavía no reclama pero que yo mismo me reclamo. Si estamos a día diecisiete y todavía no he tenido tiempo de escribir sobre mis, escasísimas, lecturas del mes y menos de empezar otros temas… en fin, ha habido muchas cosas que no he conseguido pero a cambio creo que he conseguido una tranquilidad importante (económica, vale; pero por algo se empieza y esta es necesaria para tener tranquilidad en otros aspectos).

Así que realmente no ha sido un mal mes, ha sido un mes que podría ser raro comparado con los meses anteriores en los que no había tenido esta presión laboral, pero ni siquiera puede clasificarse de raro comparado con mis meses normales de hace unos años, en los que estar desbordado de trabajo era lo normal y no la anécdota.

Pero, divago, y me enredo en cosas que realmente no tengo tiempo de contar hoy (ya hablaremos otro día de mi insana obsesión por el trabajo, o incluso de esa mas insana necesidad por tener el dinero suficiente para no tener que preocuparme por él, incluso teniendo en cuenta posibles imponderables futuros que siempre suceden).

Así que a los libros – que lo que no escriba hoy, ya tendrá que esperar otra semana porque mañana voy a ver si consigo un poco más de trabajo para este mes y así dejo casi cerrado el año).

Empecé el año, tras haberme leído los regalos de navidad, acabándome un libro de cuentos que me compre en NYC, Haunted Nights. Era un libro que estaba leyendo a ratos perdidos ya que todos los cuentos están centrados en Halloween y aunque se trata de un tema que permite cierta variedad, dentro de unos límites, resultaría insensato leerse de un tirón ya que dieciséis cuentos son muchos para que todos vayan de lo sobrenatural, de fantasmas y de ese tipo de cosas. Aunque ninguno de los cuentos, ni ninguno de los escritores, me ha impactado  especialmente es un libro que se deja leer y que está bien para tener en el cuarto de baño, especialmente en las fiesta navideñas que, para que negarlo, suelen tener el resultado de visitas más largas de lo habitual al retrete, incluso lo suficientemente largas para poder leerte un cuento corto entero.

Acabado este libro ya no me quedaba nada que leer y los que os mantenéis al día de las noticias ya sabréis que era cuasi imposible salir de casa por las temperatura gélidas, árticas, que teníamos en Madrid que, según todos los medios, eran a la vez de record y a la vez las más bajas de los últimos doce años. Menuda mierda de record: doce años, no hacia tanto frio en doce años…. Buuurrrrppp… pues vaya… sí que tenía que hacer frio… ¡doce años, doce! Qué barbaridad, ciertamente era un record, todo un record (como los famosos diecisiete whiskies de aquel).

Afortunadamente, creo que Rafa, se había dejado por casa de mi hermana un par de libros en inglés: Nineteen seventy four y Nineteen Seventy Seve. No es que  me apetecieran mucho precisamente, llevaban rondando por la oficina varios meses (por no decir años) porque ya había leído dos del mismo autor y ninguno de los dos me había convencido. Sin llegar a disgustarme, no me habían convencido y eso que los que me había leído pasaban en Japón mientras que la acción de estos se sitúa en Yorkshire. No, no es que tenga nada en contra de Yorkshire, lugar que posiblemente me costaría ubicar con precisión en un mapa y del que solo me viene a la cabeza el pudding y el jamón. De hecho las contraportadas y las múltiples citas que incluyen te hacen pensar que se trata de un nuevo genio de la novela negra que además se combina con la música, lo que en parecía hacerlos interesantes. Solo os diré una cosa: empecé uno, lo deje a medias, probé con el segundo y creo que lo deje incluso antes que el primero y eso en un invierno con frio de record (record de doce años, pero record al parecer).

No me quedo más remedio (bueno, tampoco es que me cueste mucho) que acercarme a mi librería capitalina de referencia – ya sabéis, la librería Méndez de la calle Mayor - a intentar abastecerme para cuando se cortaran las vías de comunicación y algún grupo ecologista decidiera soltar a los osos polares del zoológico y ya que estaba a tomarme una palmera de chocolate de El Riojano que con tanto frio uno necesita un poco de energía extra.

Más de ochocientas páginas, con una letra pequeñita, tienen Final en Berlín, y pese a que a veces abusa de una manía enumeradora un poco preocupante, a mí me ha parecido un novelón. Un novelón, además de por la obvia razón dimensional que no permite clasificarla de otra forma, me refiero a un novelón en el sentido de una buena novela e incluso al sentido de una novela densa e igual hasta de pensar. La novela empieza con un desertor del ejército alemán que llega a Berlín en los días previos a que Berlín sea tomada (o recuperada, como queráis decirlo) por los ejércitos soviéticos y americanos. Un Berlín en el que “las personas se han vuelto indiferentes, el letargo ha apelmazado demasiado las circunvoluciones de sus cerebros para que se puedan desesperar, pues la desesperación requiere siempre de la reflexión, comprensión de los hechos y valoración de la situación”.

Para mí las partes más impresionantes son las que se refieren a como en la Alemania de preguerra pudo triunfar el nazismo, como, con que facilitad fue asimilado el nazismo  por personas normales, como “los prejuicios han enraizado tan firmemente en nosotros como una melodía, que en nuestra más tierna juventud aprendimos mal y cantamos mal, y, a pesar de que más tarde catemos esta melodía según las notas correcta de al partitura, en nosotros sigue resonando la vieja melodía y a menudo la preferimos a la correcta. Exactamente igual nos ocurre con los prejuicios: contaminan nuestro pensamiento y continúan influyendo en nosotros incluso cuando ya nos hemos convencido de lo contrario. Tu no dejas de calumniar, siempre quedara algo pendiente, y ese es exactamente el método de los nazis, de manera que relacionamos con determinados conceptos y nombres determinadas ideas: Stalin, un verdugo; Churchill, un borracho; Roosevelt, un esbirro de los judíos; el pacifismo, reblandecimiento de los huesos; el parlamentarismo, cháchara; la democracia, política sin riñones.” . Impresionantes desgraciadamente por lo mucho que se parece a nuestra situación actual en muchos temas: los inmigrantes, las mujeres, los homosexuales… en fin, y eso que yo soy de los primeros que me dedico a canturrear canciones que no son las que corresponden y que luego confunden a mis familiares cuando oyen las versiones originales por lo que por lo menos por la parte de la metáfora soy tan culpable como el que más aunque me gusta pensar que solo me es aplicable la parte metafórica (seguro que no, pero espero que no demasiado).

En el libro hay muchas más cosas – como la descripción de los distintos tipos sociales que se apuntaron con prontitud al nazismo, de sus motivaciones – pero por dejar una última (ya, si eso, pues os leéis el libro) dejo esta perogrullo-paradoja: “Hemos nacido porque los hombres aman a las mujeres y morimos porque las personas se odian las unas a las otras. ¿Cómo puede surgir del amor el odio? Somos creados por personas y exterminados por personas. ¿Tu entiendes por qué es así, camarada?”

Hasta aquí mis escasas lecturas de este mes que he acabado con un fuerte propósito de enmienda, si no tanto de leer más o menos (algo que no me preocupa, no se trata de una competición) si de empezar a corregir mi vida social e incluso de retomar otras actividades que han sido aplazadas por el trabajo.

Como muestra de mis buenas intenciones acabare hablando un poco de música (no, no voy a comentar que me he perdido el concierto de Fischer-Z, que más por el concierto en si me da pena porque habría sido una gran excusa para intentar contactar con algún Ruiz Richi y  haber intentado tomar una cerveza o haber ido al concierto en homenaje al que a todos nos falta. Claro que para eso yo tendría que ser otro tipo de persona).

No, haré algo mucho más fácil, relacionado con la música que está sonando ahora mismo, la música de la que estoy disfrutando en estos momentos. Porque aunque yo no recomiende libros si os puedo recomendar que os hagáis con, al menos, un par de cajas de las reediciones que está sacando Cherry Red Records de la música con la que, al menos yo, hemos crecido. Las hay excepcionales: ahora mismo estoy oyendo Action, Time Vision (Punk ingles del 76 al 79) y esta mañana estaba con Silhouettes & Statues (música gótica – no, no del gótico famoso – del 78 al 86) y luego me pondré un  recopilatorio de las cintas que sacaba el NME en los años ochenta, eso mientras espero a que me lleguen mis nuevos encargos y escucho las copias piratas de los recopilatorios que he regalado (sí, soy así de cutre y antes de regalarlos me he copiado los discos. Ya sabéis porque no os pido que me los dejéis. Bermejo, Caamaño; lo confieso  vuestros regalos han sido cosas de segunda mano. Inevitablemente. Pero así son mas hipster).

En serio, escoger una caja de Cherry Red y ya veréis como se os agolparan los recuerdos en vuestros cerebros (a menos que sean como el mío que ya casi no recuerda nada, tierra baldía que diría alguno).


Haunted Nights – VVAA
NIneteen Seventy Four – David Pearce (parte)
Nineteen Seventy Seven – David Pearce (parte)
Final en Berlin – Heinz Rein

No hay comentarios:

Publicar un comentario