sábado, 4 de mayo de 2019

Comentario de textos - Abril 2019


Otro domingo por la tarde en Auckland y este si que es una pequeña anomalía estadística ya que hoy hace un día luminoso y parece que va a mantenerse luminoso – sin lluvia – hasta el final. Estoy convencido de que esto de que el sol dure todo el día se debe en gran medida a que hoy no tengo planes de salir a pasear y basado, no ya en mi antropocentrismo, sino directamente en mi egocentrismo, entiendo que si yo la lluvia no me puede sorprender ¿para qué va a llover? Si, hasta ese punto hemos llegado, hasta pensar que todo lo que sucede, sucede sencillamente a favor o en contra mío. Eso es lo que pienso mientras escribo mirando por la ventana y viendo un montón de veleros y otras embarcaciones ir y venir a lo largo de la bahía de Auckland ¿es que no se aburren de pasear por delante de mi ventana? ¿no tienen ningún sitio al que ir?

Obviamente lo digo de broma, pero la verdad es que este tipo de pensamientos son inevitables y te asaltan en los momentos más insospechados. Todos tendemos a relacionar todos los hechos con nuestra vida y a valorarlos en función de cómo nos vienen a nosotros, a nuestros planes. En mi caso este mes esto me ha pasado con la muerte de mi abuela – si, por fin mi pretendidamente inmortal abuela ha muerto, con más de 103 años confesados, pese a la incredulidad de todos nosotros, creo que incluso alguno de mis hermanos se ha empeñado en comprobar que realmente estaba en el ataúd, por si acaso la noticias eran “exageradas” como decía aquel. A mí la noticia me llego cuando estaba aterrizando en Auckland de vuelta de una corta visita a los madriles, y mi primera reunión fue la de pensar que mala fe, ya podía haberse muerto un par de días antes y habría cambiado los billetes para pasar un par de días más en Madrid, o un par de días después e igual podía empezar a buscar un billete para Japón (que es algo que, en cierta medida, me había prometido hacer en cuanto mi abuela muriera). Pero, no, no tenía que elegir el momento en el que más molesto resultara para mí, ya que obviamente todo desde el tiempo hasta la muerte de mi abuela gira respecto a mí. Afortunadamente la duración de este pensamiento fue mínima y prefiero saber que definitivamente ha muerto que hubiera esperado para encontrar un momento más conveniente (para mí y mi calendario).

Ya, ya sé que esto puede sonar completamente insensible y fuera de lugar y hacerme parecer una persona, incluso, peor de lo que soy, un ser sin sentimientos, pero… creedme esto es una liberación y lo digo siendo plenamente consciente de que, por prescripción facultativa, o por interpretación familiar de mi condición medida, yo ya no tenía ningún trato con mi abuela estando protegido por la guardia pretoriana de mis hermanas de cualquier contacto con ella. Si, sé que a algunos de vosotros esta frialdad – eso en el caso de no entrar en el verdadero sentimiento que tengo, que es más cercano a la paz y la alegría – os parecerá inmerecida y que incluso penséis (porque la conocisteis escasamente y en otras épocas) que estoy exagerando y que es inhumano alegrarse de la muerte de una entrañable abuelita, pero… creedme esto es una buena noticia.

Habría sido mejor un par de días antes (o un puñado de años, puestos a elegir) ya que hubiera podido solicitar unos días de baja en la oficina, teóricamente para consolarme de la perdida, pero realmente para recuperar algunos de los días de este viaje, que ha sido un poco desastre.

Sí, porque el viaje empezó bastante mal. En mi primer vuelo, de Auckland a Dubai, después de la tradicional cena de ¿pasta o pollo? decidí levantarme e ir al baño, llegue hasta la puerta del mismo y… la siguiente imagen que tengo es la de tener a tres azafatas a mi alrededor intentando desempaquetar una mascarilla de oxígeno para intentar que recobrara el conocimiento. Obviamente se formó un pequeño caos cuando mis menos de cien kilos – si, he adelgazado en Nueva Zelanda y ya estoy por debajo de las tres cifras – se desplomo completamente en el pasillo de la clase turista (bueno de la clase economy, que al parecer ya no existe la clase turista, que es algo que nadie quiere ser; todo el mundo quiere viajar, pero sin ser turista. Parece que eso es una paletada, pero no saben lo que se pierden no aceptando lo obvio, su turistez). En fin, que, tras el susto para los pasajeros, el personal de cabina e incluso los pilotos (que al parecer fueron informados de mi estado y a los que me imagino pensando opciones sobre qué hacer, salvo ignorar todo ya que tampoco iba a ser cosa de aterrizar en la inhóspita Australia o en mitad del pacifico por una pequeñez como esta) y tras unas extravagantes pruebas de tensión, pulso e incluso la capacidad de transferencia de mis pulmones (todo realizado con un aparato que ningún miembro, ni miembra, del personal de cabina tenía claro cómo usar) me dejaron retornar a mi asiento a seguir haciéndome el dormido durante el resto del viaje salvo pequeñas interrupciones, casi continuas, para interesarse por mi estado. Al cabo de muchas horas, llegamos a Dubái y tras despedirme y agradecer sus cuidados a todo el personal de vuelo desembarqué y me dirigí a la primera zona de fumadores que pude localizar (si, el aeropuerto de Dubái tiene zonas de fumadores, incluso zona de fumadores en los salones vip – con sillones de cuero, aunque esto aún no lo sabía – y el de Auckland también, una terraza bastante agradable).

Esta vez tenía una larga escala en el aeropuerto, así que me dio tiempo a recuperarme, a fumarme el poco tabaco que traía de Nueva Zelanda, a comprar más en el Duty-free y a ponerme a fumar con tranquilidad (si, también a pasearme el aeropuerto un par de veces intentando no quedarme dormido en ningún sillón, o sala).

En cualquier caso, llegue a Madrid sin especiales novedades salvo la de descubrir que mi compañera de mesa me había contagiado unos virus horrorosos que sus sudafricanos hijos habían cogido en la guardería de Nueva Zelanda y que obviamente me enviaron a la cama durante prácticamente los tres días siguientes. Destrozando claramente toda la idea del viaje y descolocando mi planificación de visitas a amigos, conocidos, librerías y otras cosas en los madriles.

En fin, que un desastre… de siete días que iba a pasar en Madrid más o menos tres me los tire metido en la cama, o más propiamente en el lecho del dolor… con el catarro, una contusión en las costillas y un pequeño chichón (estos producidos por el desplome en el avión) y al final, pues eso, que me quede sin poder hacer algunas de las cosas que quería hacer en esta visita, como veros a algunos y tomar unas cervezas. Pero bien esta lo que bien termina y como ya he dicho el viaje termino con mi abuela dejando la tierra (dudo que ascendiendo a los cielos como ella cree, sino más bien descendiendo hacia los abismos como sus acciones la hacen merecer) y además tuve tiempo de veros a algunos, algo que ciertamente me agrado.

Pero volvamos a esto de las lecturas que de momento es la excusa para ponerme a escribir, al menos una vez al mes.

The idea of perfection es, obviamente, un gran título y el libro parece ser un clásico de las letras australianas. Como no sé nada sobre literatura australiana no puedo decidir si es o no un clásico ya que, en cierta medida, esto depende de cómo sean los demás. No es una mala novela, pero muy lejos de mi concepto de lo que debe tener un clásico (no, no me preguntéis porque no tengo ni idea, es solo una sensación). Con todo como uno de los personajes principales es un ingeniero que tiene que ir a rehacer un puente antiguo, de madera, que se está cayendo pues siempre tiene su punto para mi faceta ingenieril, si bien los puentes no son los mío. El caso es que parece que existe una especie de ceremonia secreta para los nuevos ingenieros (no se bien porque solo en Canadá) que han de leer una Oath of Engineers (un juramento hipocrático, diríamos) después de la cual les dan un anillo de hierro que deben llevar en el meñique, en el meñique de su mano dominante (hay es nada).

Además el juramento parece que lo escribió Kipling (si, ese Kipling, el de El libro de la Selva) y por ahorraros la molestia de que lo busquéis en internet pues os lo copio:

I, ____________, in the presence of these my betters and my equals in my calling, bind myself upon my honour and cold iron, that, to the best of my knowledge and power, I will not henceforward suffer or pass, or be privy to the passing of, bad workmanship or faulty material in aught that concerns my works before mankind as an engineer, or in my dealings with my own soul before my Maker.My time I will not refuse; my thought I will not grudge; my care I will not deny towards the honour, use, stability and perfection of any works to which I may be called to set my hand.
My fair wages for that work I will openly take. My reputation in my calling I will honourably guard; but, I will in no way go about to compass or wrest judgment or gratification from any one with whom I may deal.And further, I will early and warily strive my uttermost against professional jealousy or the belittling of my working colleagues, in any field of their labour.For my assured failures and derelictions, I ask pardon beforehand, of my betters and my equals in my calling here assembled; praying, that in the hour of my temptations, weakness and weariness, the memory of this my obligation and of the company before whom it was entered into, may return to me to aid, comfort, and restrain.

El otro personaje principal es una experta en patchwork, que obviamente quiere salvar el puente no por su valor estético o cultural sino porque así más gente vendría a visitar un museo de patchwork que quiere crear en esa pequeña localidad y que obviamente piensa de los trabajos de patchwork lo mismo que yo pienso de casi todos los informes: “Only God can make something perfect, was the idea, according to the books, so a quilt was supposed to have a Little mistake in it.” Razón por la que siempre meto un error que la gente pueda localizar y asi se quedan más tranquilos con el resto del contenido.

También he de reconocer que me gusta mucho encontrar extrañas denominaciones de origen que yo no sabía que existían como estas para las naranjas: “Yes, well, that particular one was the Sevilles. The resto of them aren´t worth a bumper, your Navels and your Valencias” pero que me ponen un poco nervioso ¿cómo que las naranjas valencianas no son buenas, como que son peores que las de Sevilla? ¿Qué será lo siguiente un limonero en un patio de Sevilla, asi a mono de recuerdos de infancia?

Como sigo comprando en mi librería de mujeres, The Women´s Bookshop, donde la mayor parte de lo que venden está escrita por mujeres pues decidí darle una oportunidad a una novela de espías, American Spy, a ver qué tal se les daba el género y si había diferencias. De lo segundo pues, con una sola prueba, no puedo opinar, pero de lo primero casi me atrevería a decir que no especialmente bien, aunque tampoco dramáticamente mal. Mi falta de opinión está en parte motivada por mi desconocimiento total de los acontecimientos históricos en Burkina Faso, aunque tampoco es que sepa mucho sobre otros sitios en los que pasan las novelas de espías, pero sobre todo por la falta de intensidad de la historia. Aunque hay traiciones debidas a motivos ideológicos y no económicos como explica la protagonista: “They were doing all this for ideology in the sense that a quest for money and power were the guiding principles of imperialism”; y tambien hay confidentes para los que “but recruiting and running informants was about cultivating their trust. To do that I found it worked best to lie frequently to them” ya que todos sabemos que las mentiras son, en muchos casos, la mejor forma de crear la apariencia de sinceridad la novela se queda corta en muchas cosas posiblemente por eso de centrase demasiado en unas relaciones materno filiales que, no estoy seguro, vengan muy al caso.

Asymmetry es también un título bastante interesante y que en principio debe de dar mucho juego en una novela que se supone incluye dos historias muy separadas pero que de alguna forma van a conectar (o eso piensa la contraportada del libro). Es posible que yo me haya quedado dormido en alguna parte, pero no he sido capaz de unir los puntos entre las dos historias que se cuentan en el libro: una que pasa en NYC con un editor y su amante y otra en el Kurdistan. Si, son distintas y completamente separadas pero eso no las hace más asimétricas que otras dos historias cualquiera, tal vez la única asimetría es que la primera es bastante mala mientras que la segunda, sin llegar a ser buena, pues se deja leer e incluso tiene cosas que molan, como intentar explicar el concepto de los propósitos de año nuevo a un grupo de musulmanes que no acaban de entender cómo es eso de que uno pueda controlar su futuro, como puede uno comprometerse a comer más vegetales si ni siquiera sabe si tendrá dinero para comer, o como enterarse de que en aquella baraja de que los americanos editaron para la guerra de Irak había una mujer: Huda Salih Mahdi Ammash, aka Chemical Sally (que por cierto era el cinco de corazones) o que de las cincuenta y dos cartas había trece que no estaban asignadas a nadie en concreto y solo tenían una silueta… eso en cuanto a igual de género y también en cuanto a número de responsables, o a la calidad de la inteligencia militar americana que no era capaz ni de encontrar 52 nombres distintos.

Con todo, mi frase favorita, que no comparto del todo, es la relativa a las ideas políticas en el arte: “… politics in imaginative work is like a shot in the middle of a concenrrt. The noise is deafening but it imparts no energy.” Si bien es necesaria ya que una novela en Francia en 1830 en la que los personajes no hablen de política no puede ser una novela (No, ni idea de cuál era la situación en Francia en 1830 pero os dejo deberes fáciles para que lo busqueis).

En fin, con esto llegamos a el vuelo para el que, en la esperanza de comprar la última de Winslow en algún aeropuerto, me había llevado solamente una novela: Dear Evan Hansen que en principio trataba un tema que siempre me interesa, ya que va sobre el suicido de una persona joven (en el instituto) pero que me ha decepcionado mucho ya que esto solamente se usa como una excusa, un MacGuffin de esos, para hablar, supongo, de la sinceridad o de cuando enfrentarse a algunas decisiones. No merece la pena en lo más mínimo y es bastante decepcionante.

En el aeropuerto de Auckland no encontré la novela de Winslow (aunque tampoco podria haberla leído en ese vuelo, que es el largo) ni tampoco la encontré en el aeropuerto de Dubai, pero como no estaba yo del todo centrado tras el incidente pues no me compre nada para leer y llegue a Madrid sin lectura.

Mi idea era ir a visitar mis librerías de referencia, acercarme por la Librería Méndez de la calle mayor a saludar y que me recomendaran los “Obligatorios” durante mi ausencia, pero la gripe al final me impidió acercarme; también esperaba que mi hermano acercara en forma de mercadillo ambulante parte de la Librería Fuenfria a Madrid y me comentara los obligatorios de esta última temporada. Tampoco hubo suerte en esto y aunque vi al librero tarambana pues no me acerco ningún libro.

Al final para el viaje de vuelta me acerque a la reformada Casa del Libro, que no me gustó nada, y me asuste al ver las dimensiones de la última de Winslow, decidiéndome por comprar Lluvia Fina, que si bien tenía un tamaño escaso para veinticuatro horas de avión por lo menos no me cobrarían exceso de equipaje.

Landero, en general, me gusta, me gustan las ideas que suele haber en sus libros, me gusta su ritmo de contar historias y en general me gustan sus frases. En este caso la idea del libro es que no existe ninguna historia inocente, que todas las historias, todas las cosas que se dicen tienen un peso y esto es algo con lo que no puedo estar más de acuerdo. Creo que los actos son importantes, pero también lo son las palabras, con las palabras con las mentiras se puede hacer más daño que con los hechos y algunas cosas que se dicen son sencillamente imperdonables e incluso es imperdonable no decir algunas cosas en ciertos momentos. Pero que sabré yo sí “unos más y otros menos, todos nos inventamos un poco nuestras vidas” y por lo tanto las palabras que dijimos o que dejamos sin decir. A mí me ha gustado y salvando mucho las distancias el personaje de la madre, de su maldad, me recuerda inevitablemente a mi abuela y su maldad, muy distinta y más injustificada pero no puedo evitarlo.

En fin, pues eso ha sido más o menos todo en este mes. El viaje de vuelta apacible, sin incidentes, una parte en businness (cortesía de los métodos de overbooking) incluyendo el descubrimiento del bar de fumadores de la zona vip del aeropuerto de Dubái, con unos excelentes butacones de cuero en los que fumar tranquilamente mientras esperas tu conexión (algo que me hizo pensar en mi sobrino y en cuanto le gustaría esto) un verdadero descubrimiento que espero poder aprovechar en próximos viajes. Como tarde a finales de septiembre, nos vemos, pero ya, si eso, hablaremos antes `por este o por otro medio.

Lecturas

The idea of perfection – Kae Grenville
American Spy – Lauren Wilkinson
Asymmetry – Lisa Halliday
Dear Evan Hansen – Val Enmich , Stephen Leenson, Benj Pasek y Justin Paul
Lluvia Fina – Luis Landero


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