Otro domingo por la tarde en Auckland y este si que es una
pequeña anomalía estadística ya que hoy hace un día luminoso y parece que va a
mantenerse luminoso – sin lluvia – hasta el final. Estoy convencido de que esto
de que el sol dure todo el día se debe en gran medida a que hoy no tengo planes
de salir a pasear y basado, no ya en mi antropocentrismo, sino directamente en
mi egocentrismo, entiendo que si yo la lluvia no me puede sorprender ¿para qué
va a llover? Si, hasta ese punto hemos llegado, hasta pensar que todo lo que
sucede, sucede sencillamente a favor o en contra mío. Eso es lo que pienso
mientras escribo mirando por la ventana y viendo un montón de veleros y otras embarcaciones
ir y venir a lo largo de la bahía de Auckland ¿es que no se aburren de pasear
por delante de mi ventana? ¿no tienen ningún sitio al que ir?
Obviamente lo digo de broma, pero la verdad es que este tipo
de pensamientos son inevitables y te asaltan en los momentos más insospechados.
Todos tendemos a relacionar todos los hechos con nuestra vida y a valorarlos en
función de cómo nos vienen a nosotros, a nuestros planes. En mi caso este mes
esto me ha pasado con la muerte de mi abuela – si, por fin mi pretendidamente
inmortal abuela ha muerto, con más de 103 años confesados, pese a la
incredulidad de todos nosotros, creo que incluso alguno de mis hermanos se ha
empeñado en comprobar que realmente estaba en el ataúd, por si acaso la
noticias eran “exageradas” como decía aquel. A mí la noticia me llego cuando
estaba aterrizando en Auckland de vuelta de una corta visita a los madriles, y
mi primera reunión fue la de pensar que mala fe, ya podía haberse muerto un par
de días antes y habría cambiado los billetes para pasar un par de días más en Madrid,
o un par de días después e igual podía empezar a buscar un billete para Japón (que
es algo que, en cierta medida, me había prometido hacer en cuanto mi abuela
muriera). Pero, no, no tenía que elegir el momento en el que más molesto
resultara para mí, ya que obviamente todo desde el tiempo hasta la muerte de mi
abuela gira respecto a mí. Afortunadamente la duración de este pensamiento fue mínima
y prefiero saber que definitivamente ha muerto que hubiera esperado para encontrar
un momento más conveniente (para mí y mi calendario).
Ya, ya sé que esto puede sonar completamente insensible y
fuera de lugar y hacerme parecer una persona, incluso, peor de lo que soy, un
ser sin sentimientos, pero… creedme esto es una liberación y lo digo siendo
plenamente consciente de que, por prescripción facultativa, o por interpretación
familiar de mi condición medida, yo ya no tenía ningún trato con mi abuela estando
protegido por la guardia pretoriana de mis hermanas de cualquier contacto con
ella. Si, sé que a algunos de vosotros esta frialdad – eso en el caso de no
entrar en el verdadero sentimiento que tengo, que es más cercano a la paz y la alegría
– os parecerá inmerecida y que incluso penséis (porque la conocisteis
escasamente y en otras épocas) que estoy exagerando y que es inhumano alegrarse
de la muerte de una entrañable abuelita,
pero… creedme esto es una buena noticia.
Habría sido mejor un par de días antes (o un puñado de años,
puestos a elegir) ya que hubiera podido solicitar unos días de baja en la
oficina, teóricamente para consolarme de la perdida, pero realmente para
recuperar algunos de los días de este viaje, que ha sido un poco desastre.
Sí, porque el viaje empezó bastante mal. En mi primer vuelo,
de Auckland a Dubai, después de la tradicional cena de ¿pasta o pollo? decidí
levantarme e ir al baño, llegue hasta la puerta del mismo y… la siguiente
imagen que tengo es la de tener a tres azafatas a mi alrededor intentando desempaquetar
una mascarilla de oxígeno para intentar que recobrara el conocimiento. Obviamente
se formó un pequeño caos cuando mis menos de cien kilos – si, he adelgazado en
Nueva Zelanda y ya estoy por debajo de las tres cifras – se desplomo
completamente en el pasillo de la clase turista (bueno de la clase economy, que
al parecer ya no existe la clase turista, que es algo que nadie quiere ser;
todo el mundo quiere viajar, pero sin ser turista. Parece que eso es una
paletada, pero no saben lo que se pierden no aceptando lo obvio, su turistez). En fin, que, tras el susto
para los pasajeros, el personal de cabina e incluso los pilotos (que al parecer
fueron informados de mi estado y a los que me imagino pensando opciones sobre qué
hacer, salvo ignorar todo ya que tampoco iba a ser cosa de aterrizar en la inhóspita
Australia o en mitad del pacifico por una pequeñez como esta) y tras unas
extravagantes pruebas de tensión, pulso e incluso la capacidad de transferencia
de mis pulmones (todo realizado con un aparato que ningún miembro, ni miembra,
del personal de cabina tenía claro cómo usar) me dejaron retornar a mi asiento
a seguir haciéndome el dormido durante el resto del viaje salvo pequeñas interrupciones,
casi continuas, para interesarse por mi estado. Al cabo de muchas horas,
llegamos a Dubái y tras despedirme y agradecer sus cuidados a todo el personal
de vuelo desembarqué y me dirigí a la primera zona de fumadores que pude
localizar (si, el aeropuerto de Dubái tiene zonas de fumadores, incluso zona de
fumadores en los salones vip – con sillones de cuero, aunque esto aún no lo sabía
– y el de Auckland también, una terraza bastante agradable).
Esta vez tenía una larga escala en el aeropuerto, así que me
dio tiempo a recuperarme, a fumarme el poco tabaco que traía de Nueva Zelanda,
a comprar más en el Duty-free y a ponerme a fumar con tranquilidad (si, también
a pasearme el aeropuerto un par de veces intentando no quedarme dormido en ningún
sillón, o sala).
En cualquier caso, llegue a Madrid sin especiales novedades
salvo la de descubrir que mi compañera de mesa me había contagiado unos virus
horrorosos que sus sudafricanos hijos habían cogido en la guardería de Nueva
Zelanda y que obviamente me enviaron a la cama durante prácticamente los tres días
siguientes. Destrozando claramente toda la idea del viaje y descolocando mi planificación
de visitas a amigos, conocidos, librerías y otras cosas en los madriles.
En fin, que un desastre… de siete días que iba a pasar en
Madrid más o menos tres me los tire metido en la cama, o más propiamente en el
lecho del dolor… con el catarro, una contusión en las costillas y un pequeño chichón
(estos producidos por el desplome en el avión) y al final, pues eso, que me
quede sin poder hacer algunas de las cosas que quería hacer en esta visita,
como veros a algunos y tomar unas cervezas. Pero bien esta lo que bien termina
y como ya he dicho el viaje termino con mi abuela dejando la tierra (dudo que
ascendiendo a los cielos como ella cree, sino más bien descendiendo hacia los
abismos como sus acciones la hacen merecer) y además tuve tiempo de veros a
algunos, algo que ciertamente me agrado.
Pero volvamos a esto de las lecturas que de
momento es la excusa para ponerme a escribir, al menos una vez al mes.
The idea of
perfection es, obviamente, un gran título y el libro parece ser un clásico de las letras australianas. Como
no sé nada sobre literatura australiana no puedo decidir si es o no un clásico
ya que, en cierta medida, esto depende de cómo sean los demás. No es una mala novela,
pero muy lejos de mi concepto de lo que debe tener un clásico (no, no me preguntéis
porque no tengo ni idea, es solo una sensación). Con todo como uno de los
personajes principales es un ingeniero que tiene que ir a rehacer un puente
antiguo, de madera, que se está cayendo pues siempre tiene su punto para mi
faceta ingenieril, si bien los puentes no son los mío. El caso es que parece
que existe una especie de ceremonia secreta para los nuevos ingenieros (no se
bien porque solo en Canadá) que han de leer una Oath of Engineers (un juramento hipocrático, diríamos) después de
la cual les dan un anillo de hierro que deben llevar en el meñique, en el
meñique de su mano dominante (hay es nada).
Además el juramento parece que lo escribió Kipling (si, ese
Kipling, el de El libro de la Selva) y por ahorraros la molestia de que lo busquéis
en internet pues os lo copio:
I, ____________, in the presence of these my betters and my equals in my calling, bind myself upon my honour and cold iron, that, to the best of my knowledge and power, I will not henceforward suffer or pass, or be privy to the passing of, bad workmanship or faulty material in aught that concerns my works before mankind as an engineer, or in my dealings with my own soul before my Maker.My time I will not refuse; my thought I will not grudge; my care I will not deny towards the honour, use, stability and perfection of any works to which I may be called to set my hand.
My fair wages for that work I will openly take. My reputation in my calling I will honourably guard; but, I will in no way go about to compass or wrest judgment or gratification from any one with whom I may deal.And further, I will early and warily strive my uttermost against professional jealousy or the belittling of my working colleagues, in any field of their labour.For my assured failures and derelictions, I ask pardon beforehand, of my betters and my equals in my calling here assembled; praying, that in the hour of my temptations, weakness and weariness, the memory of this my obligation and of the company before whom it was entered into, may return to me to aid, comfort, and restrain.
El otro personaje principal es una experta en patchwork, que obviamente quiere salvar
el puente no por su valor estético o cultural sino porque así más gente vendría
a visitar un museo de patchwork que
quiere crear en esa pequeña localidad y que obviamente piensa de los trabajos
de patchwork lo mismo que yo pienso
de casi todos los informes: “Only God can make something perfect, was the idea,
according to the books, so a quilt was supposed to have a Little mistake in it.”
Razón por la que siempre meto un error que la gente pueda localizar y asi se
quedan más tranquilos con el resto del contenido.
También he de reconocer que me gusta mucho encontrar
extrañas denominaciones de origen que yo no sabía que existían como estas para
las naranjas: “Yes, well, that particular
one was the Sevilles. The resto of them aren´t worth a bumper, your Navels and
your Valencias” pero que me ponen un poco nervioso ¿cómo que las naranjas
valencianas no son buenas, como que son peores que las de Sevilla? ¿Qué será lo
siguiente un limonero en un patio de Sevilla, asi a mono de recuerdos de
infancia?
Como sigo comprando en mi librería de mujeres, The Women´s Bookshop, donde la mayor
parte de lo que venden está escrita por mujeres pues decidí darle una
oportunidad a una novela de espías, American
Spy, a ver qué tal se les daba el género y si había diferencias. De lo
segundo pues, con una sola prueba, no puedo opinar, pero de lo primero casi me atrevería
a decir que no especialmente bien, aunque tampoco dramáticamente mal. Mi falta
de opinión está en parte motivada por mi desconocimiento total de los
acontecimientos históricos en Burkina Faso, aunque tampoco es que sepa mucho
sobre otros sitios en los que pasan las novelas de espías, pero sobre todo por
la falta de intensidad de la historia. Aunque hay traiciones debidas a motivos ideológicos y no económicos como
explica la protagonista: “They were doing
all this for ideology in the sense that a quest for money and power were the
guiding principles of imperialism”; y tambien hay confidentes para los que “but
recruiting and running informants was about cultivating their trust. To
do that I found it worked best to lie frequently to them” ya que todos sabemos
que las mentiras son, en muchos casos, la mejor forma de crear la apariencia de
sinceridad la novela se queda corta en muchas cosas posiblemente por eso de
centrase demasiado en unas relaciones materno filiales que, no estoy seguro,
vengan muy al caso.
Asymmetry es también
un título bastante interesante y que en principio debe de dar mucho juego en
una novela que se supone incluye dos historias muy separadas pero que de alguna
forma van a conectar (o eso piensa la contraportada del libro). Es posible que
yo me haya quedado dormido en alguna parte, pero no he sido capaz de unir los
puntos entre las dos historias que se cuentan en el libro: una que pasa en NYC
con un editor y su amante y otra en el Kurdistan. Si, son distintas y
completamente separadas pero eso no las hace más asimétricas que otras dos
historias cualquiera, tal vez la única asimetría es que la primera es bastante
mala mientras que la segunda, sin llegar a ser buena, pues se deja leer e
incluso tiene cosas que molan, como intentar explicar el concepto de los propósitos
de año nuevo a un grupo de musulmanes que no acaban de entender cómo es eso de
que uno pueda controlar su futuro, como puede uno comprometerse a comer más
vegetales si ni siquiera sabe si tendrá dinero para comer, o como enterarse de
que en aquella baraja de que los americanos editaron para la guerra de Irak había
una mujer: Huda Salih Mahdi Ammash, aka Chemical Sally (que por cierto era el
cinco de corazones) o que de las cincuenta y dos cartas había trece que no
estaban asignadas a nadie en concreto y solo tenían una silueta… eso en cuanto
a igual de género y también en cuanto a número de responsables, o a la calidad
de la inteligencia militar americana que no era capaz ni de encontrar 52
nombres distintos.
Con todo, mi frase favorita, que no comparto del todo, es la
relativa a las ideas políticas en el arte: “…
politics in imaginative work is like a shot in the middle of a concenrrt. The noise is deafening but it imparts no energy.” Si bien es
necesaria ya que una novela en Francia
en 1830 en la que los personajes no hablen de política no puede ser una novela
(No, ni idea de cuál era la situación en Francia en 1830 pero os dejo deberes fáciles
para que lo busqueis).
En fin, con esto llegamos a el vuelo para el que, en la
esperanza de comprar la última de Winslow en algún aeropuerto, me había llevado
solamente una novela: Dear Evan Hansen
que en principio trataba un tema que siempre me interesa, ya que va sobre el
suicido de una persona joven (en el instituto) pero que me ha decepcionado
mucho ya que esto solamente se usa como una excusa, un MacGuffin de esos, para hablar,
supongo, de la sinceridad o de cuando enfrentarse a algunas decisiones. No
merece la pena en lo más mínimo y es bastante decepcionante.
En el aeropuerto de Auckland no encontré la novela de
Winslow (aunque tampoco podria haberla leído en ese vuelo, que es el largo) ni
tampoco la encontré en el aeropuerto de Dubai, pero como no estaba yo del todo
centrado tras el incidente pues no me compre nada para leer y llegue a Madrid sin
lectura.
Mi idea era ir a visitar mis librerías de referencia,
acercarme por la Librería Méndez de la calle mayor a saludar y que me
recomendaran los “Obligatorios” durante mi ausencia, pero la gripe al final me impidió
acercarme; también esperaba que mi hermano acercara en forma de mercadillo
ambulante parte de la Librería Fuenfria a Madrid y me
comentara los obligatorios de esta última temporada. Tampoco hubo suerte en
esto y aunque vi al librero tarambana pues no me acerco ningún libro.
Al final para el viaje de vuelta me acerque a la reformada
Casa del Libro, que no me gustó nada, y me asuste al ver las dimensiones de la última
de Winslow, decidiéndome por comprar Lluvia
Fina, que si bien tenía un tamaño escaso para veinticuatro horas de avión por
lo menos no me cobrarían exceso de equipaje.
Landero, en general, me gusta, me gustan las ideas que suele
haber en sus libros, me gusta su ritmo de contar historias y en general me
gustan sus frases. En este caso la idea del libro es que no existe ninguna
historia inocente, que todas las historias, todas las cosas que se dicen tienen
un peso y esto es algo con lo que no puedo estar más de acuerdo. Creo que los
actos son importantes, pero también lo son las palabras, con las palabras con
las mentiras se puede hacer más daño que con los hechos y algunas cosas que se
dicen son sencillamente imperdonables e incluso es imperdonable no decir
algunas cosas en ciertos momentos. Pero que sabré yo sí “unos más y otros menos, todos nos inventamos un poco nuestras vidas”
y por lo tanto las palabras que dijimos o que dejamos sin decir. A mí me ha
gustado y salvando mucho las distancias el personaje de la madre, de su maldad,
me recuerda inevitablemente a mi abuela y su maldad, muy distinta y más
injustificada pero no puedo evitarlo.
En fin, pues eso ha sido más o menos todo en este mes. El
viaje de vuelta apacible, sin incidentes, una parte en businness (cortesía de
los métodos de overbooking) incluyendo el descubrimiento del bar de fumadores
de la zona vip del aeropuerto de Dubái, con unos excelentes butacones de cuero
en los que fumar tranquilamente mientras esperas tu conexión (algo que me hizo pensar en mi sobrino y en cuanto le gustaría esto) un verdadero
descubrimiento que espero poder aprovechar en próximos viajes. Como tarde a
finales de septiembre, nos vemos, pero ya, si eso, hablaremos antes `por este o
por otro medio.
Lecturas
The idea of
perfection – Kae Grenville
American
Spy – Lauren Wilkinson
Asymmetry –
Lisa Halliday
Dear Evan Hansen – Val Enmich , Stephen Leenson, Benj Pasek
y Justin Paul
Lluvia Fina – Luis Landero
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