Estoy casi seguro de que los (escasos) lectores de estos comentarios estáis todos convencidos de que ando procrastinando, por aquello de que me he vuelto a retrasar con estas entregas, pero… nada más lejos de la realidad. Realmente es todo lo contrario voy con retraso porque me he puesto con una tarea que llevaba aplazando desde hace bastantes años… posiblemente llevaba aplazándola más de veinte años.
Vamos, que tarea podría ser, pero desde luego urgente,
urgente, que digamos, pues no lo era y sigue sin serlo. Realmente ni siquiera
era una tarea, sino que más bien era una idea de algo que creía que me sería
útil para mi trabajo, que luego – por aquello de cambiar de tipo de trabajo –
perdió su utilidad y ahora creo que vuelve a tenerla.
No es que intente ser críptico, u ocultista, a propósito. No
es eso, no es eso, es tan solo que no tiene demasiado interés (salvo para mi)
ya que se trata de hacer un programilla para automatizar tareas repetitivas
propias de mi trabajo: dibujar planos en AutoCAD a partir de los cálculos de
proceso que hago en Excel. Es verdad que yo no dibujo los planos ya que como
“buen ingeniero” es una tarea que subcontrato al bueno de Oscar: al que le
decía a qué plano se parecía – en que se parecía y que lo hacía diferente – le
dada las medidas básicas y pues ya el “corregía” el plano inicial (de los
muchos que a lo largo de los años “hemos dibujado juntos”), lo ponía bonito y
listo para entregar. Vamos que realmente esta “utilidad” a mí no me quitara mucho
trabajo y la verdad es que “desarrollarla” me está dando mucho trabajo.
Claramente es una idea estúpida desde un visto de vista de eficiencia, pero la
verdad es que la hago casi más por “el reto” de hacerla que por otra cosa. Es
uno de mis muchos defectos: me empeño en hacer, aprender, cosas de las que no
tengo ni idea pero que creo que se pueden hacer. No puedo evitarlo: si alguien,
o yo mismo, me plantea un problema que creo que podría resolver, pues me pongo
con él, aunque no necesite resolverlo para nada concreto. Debe de ser un trauma
de infancia, u algo así.
Pero voy a la tarea que este mes – con visitas a Piles para
ver si algún día Constantin acaba la obra, algo que cada día parece menos
probable – pues se me han acumulado las lecturas y por supuesto tengo que
volver a esta tarea autoimpuesta que ahora que la he empezado (y la voy
complicando cada vez mas) pues me apetece terminarla (si es que esto es
posible).
Empecé el mes leyendo Fortuna,
que considerando que la contraportada comenta que esta “minuciosamente”
documentada y que va sobre una familia de ricos aristócratas neoyorquinos pues
sorprende mi incapacidad para situar, identificar, a que familia de ricos se
refiere. Si, digo esto, como si por el hecho de viajar a NYC pues tuviera yo
conocimientos o conociera algo, o a algún, de los miembros de la aristocracia
de NYC (algo de lo que os puede confirmar que no se nada, salvo algún apellido
suelto aquí y allá que, conociendo mi memoria, seguro que mezclo sin pudor y
más seguramente sin ningún tipo de acierto).Supongo que es más divertida o
enriquecedora si eres capaz de identificar a la familia de la que hablan pero
ya sabéis que yo leo todo como si todo fuera ficción (método que al leer
noticias últimamente es totalmente necesario ya que es casi imposible
identificar lo que es verdad de lo desgraciadamente es verdad pese a ser
absurdo).
La novela está estructurada en cuatro partes separadas que
van proporcionando visiones diferentes de la historia, de partes de la misma o
complementándola, y es una estructura que funciona (como ya se ha demostrado en
muchas otras novelas) y la verdad es que está bien escrita e incluso, pese a la
nacionalidad argentina del autor, está bien traducida (del inglés, no el
argentino).
Para mí, la mejor de sus reflexiones es esa de “En general preferimos creer que somos los
sujetos activos de nuestras victorias pero solo los objetos pasivos de nuestras
derrotas. Triunfamos, pero no somos nosotros quienes fracasamos: nos arruinan
unas fuerzas que están fuera de nuestro control.” Algo que, si bien nos
pasa a todos, me atrevo a decir desde siempre, creo que cada vez pasa más,
hasta el límite de que ahora mismo todo el mundo (bueno, no todo) parece creer
que el mundo (esas fuerzas en nuestra contra) está en deuda con ellos, que el
mundo les debe algo por haberse puesto en su contra.
Esta es una reflexión que en cierta medida sigue (o va
antes, no lo tengo claro) de esa otra que también se impone cada vez más: “Mi trabajo consiste en tener razón.
Siempre. Si alguna vez me equivoco, debo usar todos mis medios y recursos para
torcer la realidad y alinearla con mi equivocación para que deje de ser una
equivocación”, algo que no tiene razón ni siquiera en el trabajo (hay que
saber reconocer que uno se ha equivocado) pero que cada vez aplica más gente a
todas las facetas de la vida, algo que convierte el efecto Dunning- Kruger en un continuo agotador en el que gente sin ningún
conocimiento se cree capaz de opinar de todo como su supiera algo del tema, que
digo, como si tuvieran la verdad revelada por una deidad desconocida, incluso
en contra de las nociones más básicas del asunto en cuestión o contra la mera
evidencia de la realidad.
También he aprendido (aunque no estoy seguro de que sea
cierto y sea solo una curiosidad local) que “Las
rosas en números pares son para los funerales. En números impares son para el
amor.” y ya metidos en temas de números que decir de ese “Sé que tengo los días contados, pero no
todos los días son números reales” que cada uno interpretara como quiera,
posiblemente según sus conocimientos matemáticos.
Tiene alguna otra frase indiscutible como “Dios es la respuesta menos interesante a
las preguntas más interesantes” y alguna otra que puede estar más abierta a
debate: “La orquesta toco a Puccini y más
música de esa que donde siempre sabes lo que viene a continuación; lo puedes
escuchar por adelantado, por así decirlo.” que no solo se puede aplicar a
Puccini y que pese a lo que parece insinuar la frase no creo que la
previsibilidad sea una característica mala en la música ni en muchas otras
cosas.
Si la novela anterior me dejo con muy buen sabor de boca, mi
siguiente lectura – ya en Piles – Francis
Plug: como ser un autor público, que se suponía era una novela de humor
británico me decepciono sobre manera y creo que si me la acabé (que sí, lo
hice… o eso creo) fue solo por estar en Piles y pese a tener otra novela sobre
la que tenía grandes expectativas (por lo que igual me estoy engañando y no
conseguí terminármela; tengo dudas al respecto).
Como ya he dicho tenía grandes expectativas por leer la
segunda novela de una autora que no conocía (pese a ser una escritora muy
famosa en su Canadá natal) pero que mi primer contacto con ella me había
parecido excelente. así que cogí, con bastantes ganas, Casas de Cristal. Creo que para resumir
podría avanzaros que al mes siguiente encontré en la FNAC de la estación de
valencia otra novela suya en inglés y obviamente se sumó a las lecturas de
dicho mes (empezándola directamente en el tren). SI, me gusta esta escritora y
ya solo me falta ir poniéndome al día.
Sus novelas pasan, o se relacionan, con una pequeña
localidad cerca de Quebec por lo que cuando nada más empezar aparece allí un
Cobrador del Frac, tras sobreponerse uno a esta aparición tan propia de una
época de este país, lo primero que uno piensa es “vaya y yo que pensaba que esto era un invento de esta España nuestra”
y se siente un poco decepcionado de la globalización. Pero no, como la novela
explica es un invento español, netamente español y no se inventó para cobrar deudas
financieras que es a lo que se dedica el moderno, el del frac, sino que nació
para cobrar “deudas morales” y uno ya
se dice: “si, esto si es español,
claramente español”.
Toda la novela está muy bien pero la reflexión sobre el “tonteo con las drogas” (y con otras
cosas) en los años de universidad (o de primera juventud) creo que está bien
comentada: “La universidad era una época
de formación y no todas las lecciones se impartían en el aula: era un tiempo
para experimentar, para sacarle jugo a la vida, para consumir a distro y
siniestro, como la primera vez que uno acude a un bufet; y luego tenían que
detenerse dando traspiés, atiborrados y al borde de las náuseas, con
dificultades para pagar la cuenta” que me parece una buena analogía pero
como apostilla el personaje el problema es que “algunos nunca conseguían alejarse del bufet” y supongo que así es
como todos hemos perdido a alguien en
cualquiera de las múltiples adiciones que uno experimenta en algún momento.
He de confesar que no se si hay machismo (ni cuánto hay de
cierto, creo que todo) en que “A los
agentes israelíes se los instruía para que, si encontraban resistencia durante
un ataque, mataran a las mujeres primero”, es verdad que estoy con el
personaje al que “le seguía pareciendo
abominable y malvada, pero, aunque detestaba tener que admitirlo, se basaba en
una teoría casi sin duda acertada”: “porque
si una mujer llega tan lejos como para empuñar un arma, será siempre la más
entregada a la causa y la que se resistirá más que nadie a rendirse.”
Imagino que no siempre es cierto y que estoy siendo micro o macro machista,
pero… creo que todo esto es cierto.
Todavía en Piles era el momento de leerse El ritmo de Harlem, que con una
colorida portada utilizaba un atraco a un hotel de lujo en Harlem en los 60
para hablar – según la contraportada – de la lucha por los derechos civiles y
contra la violencia policial racista.
Una de las partes más graciosas es cuando comenta que en
Texas la abolición de la esclavitud se celebra (no el KKK sino la población normal)
con seis meses de retraso respecto de la fecha en la que se promulgo esta
abolición ya que celebran cuando se enteraron ellos lo que “No parecía muy razonable festejar el descubrir que uno era libre con
seis meses de retraso. Más bien cabía entenderlo como una forma de fomentar la
lectura de diarios.” Pues sí, aunque supongo que hasta que uno no se entere
pues da igual que algo exista o no.
Por supuesto tiene alguna frase negra (de novela negra, no de negritud racial) como esa “Si algo he
aprendido en mi oficio es que la vida es barata, y cuando las cosas empiezan a
ponerse caras, de vuelve aún más barata.” Que es tan típica que uno está seguro
de haberla oído, leído, antes e incluso más de una vez.
Respecto a los disturbios raciales causados por la policía y
la falta de inacción creo que esto queda reflejado muy bien en esa pregunta que
se hace un protagonista cuando le comenta que la policía ha salido indemne: “¿La persona que tenías delante había echado
tres cerrojos a la puerta de su piso y aguardado en la oscuridad a que pasara
la tormenta, o le había rajado la cara a un agente con una botella? Esos eran
tus vecinos.” Resulta evidente que ninguna de estas dos actitudes
proporciona una posibilidad para solventar ningún problema y como decía un cartel
motivacional que tenía en mi casa: “Si no
aportas una solución, formas parte del problema.” (que, supongo, me regalo
mi familia, aunque, a mí, se me escapa el motivo de tal regalo y que querían
decirme o en qué circunstancias me lo regalaron).
Todavía en Piles, con pocas ganas ya que lo compre por el
título y porque el escritor tiene cierta fama como un gran escritor de novela
negra, me empecé (y termine) Yo fui
Johnny Thunders que debe su título a que el protagonista toco una vez, y le
sustituyo en un solo, con el mencionado. A mí me ha parecido del montón, más
del montón de donar que del montón de conservar o bajo ningún concepto del
montón de intercambiar o recomendar. Creo que una de las cosas que más me
confunden de la novela es que pese a que en un momento dado pone parte de la
letra de una canción, Debaser, de los
Pixies: que hace referencia a un
perro andaluz (un chien andalusia) y
la escena de rajar los ojos cuando el protagonista está buscando una canción
para escuchar mientras deja ciego con un punzón a otro las canciones que le
viene a la mente son clásicos del Power-Pop:
como Shake some action, September Gurls y Be my baby. ¿en serio? Un
tipo así nunca conseguiría trabajo de disc-jockey. No sé, me parece lamentable
y no creo que sea irónicamente lamentable, solo lamentable.
Algunas novelas negras (aplicable a casi cualquier género)
no están ni bien, ni mal, simplemente están; no aportan nada especial al
género, sus personajes no son o suficientemente carismáticos o especiales
(aunque últimamente estoy un poco harto de tanto personaje “peculiar” en la
frontera del autismo y más allá de la de la mala educación con la excusa de la
primera. Y si, creedme que yo sé de lo que hablo que a veces estoy el lado
equivocado de esa frontera) pero son lo suficientemente entretenidas como para
pasar un rato. Este es el caso de Hagan
Juego de la que ya casi no tengo el recuerdo.
En otras novelas el autor o autora intenta añadir una visión
diferente incorporando como voz a un personaje que podríamos considerar extraño, como puede ser un animal de
compañía (o de confort creo que se
llaman ahora cuando quieres viajar con ellos) o, mas comúnmente en la novela
policiaca pues al propio muerto. Esto es lo que hace La Dama del Lago, que además de contar con protagonista con un ama
de casa que decide meterse a periodista de investigación, donde es ninguneada
(o eso cree ella ya que tampoco tienen ninguna experiencia para ser mas que lo
que le ofrecen). Entiendo que tanto la muerta como la
ex-ama-de-casa-metida-a-investigadora-criminal-incomprendida pretenden aportar
una visión feminista y reivindicativa. ¿Qué quieres que te diga? A mí no me
parece que lo consigan.
Me ha sorprendido, obviamente sin motivo, enterarme de que
en Baltimore había, o hay, un restaurante Tío Pepe (que encima es considerado
un buen restaurante) y como quiero volver a Baltimore algun dia para comprar
una camiseta antigua de los Orioles y me fascinan las cartas de los
restaurantes españoles por el mundo (ni idea de que aquí se comen las cosas que
venden como típicas) pues me quedo con el dato.
No me ha sorprendido la visión que tiene de los sindicatos: “Los sindicatos trabajan para los mediocres
y son una bendición para los incompetentes. Si eres muy bueno en lo tuyo, los
sindicatos te impiden progresar” con la que conceptualmente estoy en franca
oposición pero que tras la experiencia con el ultimo delegado sindical que he
conocido, me siento tentado de estar de acuerdo por lo menos en algunos casos
particulares.
Heredaras la tierra
es una novela americana, queriendo decir con esto sobre la América profunda,
pero desde el punto de vista positivo: los americanos que conquistan parte de
la tierra y viven de su trabajo y esfuerzo, aunque se centra más en la gestión
de una herencia familiar entre las partes. De hecho, la mejor frase para mi es
cuando le dicen a un personaje que, en su momento, Dios le pedirá explicaciones
por haber montado un follón al haber dejado lo mismo a sus dos hijos pese a ser
uno muy trabajador y el otro pues nada trabajador y él expone su futura defensa
“Yo solo estaba intentando ser justo. Tenía dos buenos chicos y seguí las Escrituras,
porque ¿no dijo Usted mismo que dicen a todo el mundo el mismo jornal, tanto si
llegaban tarde a la viña como si llegaban pronto?” Es verdad que yo no recuerdo
y nunca he visto citada ninguna frase del mesmo
mero dios que diga algo parecido a esto, pero si la autora – que seguramente
sepa más de esto – dice que Él lo dijo pues yo la creo, aunque no suena ni
medio razonable.
Mi única identificación parcial con un personaje solo se
produce cuando este está recordando cuando estaba reflexionado sobre partes del
cuerpo y como encajaban (no, no estaba reflexionando sobre sexo pese a lo que
pueda deducirse) y estaba “interrogándome
sobre ellos porque había preguntas que hacerse, no porque hubiese respuestas
que hallar” que es algo que a mí me pasa a veces que me importa más la
pregunta que la respuesta.
Aunque obviamente me duele la duda de un personaje – que preparo
unos botes de conserva envenenados para matar a su hermana, pero nunca se los
llego a dar y al cabo de muchos años de conservarlos – en la más pura tradición
agrícola – decide, al final del libro, tirarlos por fin ya que finalmente no
les va a dar uso – y “Así que lo hice, y
lo hice lo mejor que pude. Tire las salchichas y el chucrut por el agujero, lo
triture todo y lo aclare todo con quince minutos de chorro de agua al máximo. Confié,
como confiaba siempre, ahora que vivía en la ciudad, en esa planta depuradora
que no había visto nunca. Tenía mis dudas.” Aunque me alegra la confianza que
pone en el proceso de depuración de aguas, me inquieta que se quede con la duda
(aunque no queda claro de que duda), pero más me inquieta como se habría desecho
de ellos en caso de no vivir en la ciudad.
Mi última lectura del mes, Un caballero a la deriva, es un cuentecillo sobre un caballero que
se cae al océano viajando solo y sus pensamientos sobre si van a rescatarlo,
cuando iran, quien será el primero en echarle de menos, y esas cosas. Es un
divertimento entretenido, pero sin mucho más, o igual como dice la
contraportada es una parábola que yo me he perdido o que no he querido
comprender.
Y para que conste, aunque creo innecesario decirlo, pero
para que a nadie le dé por tomárselo como una indicación a ir a Jaén (que, al
parecer, es la provincia con más castillos de España) mi despedida tradicional,
no es más que una parábola (aparte de una frase mítica de ya sabéis todos que
libro) así que ¡Divertíos asaltando el castillo!
Lecturas
Fortuna - Hernán Díaz
Francis Plug: Como ser un autor público - Paul Ewen
Casas de cristal - Louise Penny
El ritmo de Harlem - Colson Whitehead
Yo fui
Johnny Thunders - Carlos Zanon
Hagan Juego - Antonio Manzini
La dama del lago - Laura Lippman
Heredaras la tierra - Jane Smiley
Un caballero a la deriva - Herbert Clyde Lewis
Forajido, se te echaba de menos. 1 abrazo
ResponderEliminarGracias... siempre es agradable saber que un amigo esta al otro lado...
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