Como tengo que ponerme al día de todas mis lecturas atrasadas, aquí me tenéis de nuevo. Tras las de abril, ahora mayo y, en breve, si todo va bien, pues junio y julio antes de que acaba agosto. Ciertamente en el mundo han pasado cosas (hace calor, España se quema, Trump es subnormal, por no mencionar a sus votantes, nuestros políticos deleznables, sin mencionar de nuevo a sus votantes, y en fin, pues más o menos lo de siempre) pero la verdad es que casi ninguna especialmente divertida desde la semana pasada (que fue cuando escribí la última entrada).
Así que hoy, para esta introducción recuperare algo que
(creo) ya he comentado más veces y es lo poco que escucha la gente, como habla
con verdadera vehemencia y seguridad de cosas que no ha entendido (el famoso
efecto Dunnig-Kruger) y como
convierten la literalidad de tus palabras – sacándolas de contexto – en algo
que (probablemente) no es lo que querías decir creando uno de esos “lugares
comunes” que todo el mundo comparte, sin entender, como, digamos “el efecto mariposa” o “el gato de Schrödinger”.
Tomando este último, es verdad que Schrödinger escribió
sobre este experimento en el que uno no sabe si el gato está vivo o muerto
hasta que no mira y ciertamente afirma que el gato puede considerarse vivo y
muerto a la vez (sus palabras en la traducción de John D. Trimmer, no sé porque pongo este dato) fueron:
”A cat is penned up in a steel chamber, along
with the following diabolical device (which must be secured against direct interference
from the cat): in a Geiger counter there is a tiny bit of radioactive
substance, so small that perhaps in the course of one hour one of the
[radioactive] atoms decays, but also, with equal probability, perhaps none; if
it happens, the counter tube discharges and through a relay releases a hammer
which shatters a small flask of hydrocyanic acid. If one has left this entire
system to itself for an hour, one would say that the cat still lives if
meanwhile no atom has decayed. The first atomic decay would have poisoned it.
The [quantum wavefunction] of the entire system would express this by having in
it the living and dead cat (pardon the expression) mixed or smeared out in
equal parts.”
Vamos que si, que puede que el gato este vivo o muerto y que
no lo sabremos hasta que miremos (y que esto puede expresarse con la función de
onda cuántica). Así, que sí, Schrödinger plantea que pueden representarse los
dos estados simultáneamente (no pudiendo confirmarse el estado sin observación,
que no es más que una ampliación del principio de Heisenberg, ese de que no pueden conocerse la velocidad y la
posición de un objeto de forma simultanea) pero lo que la mayoría de la gente
no sabe, u olvida, es la frase anterior del bueno de Schrödinger: “One can even set up quite ridiculous
cases.” Que hombre modifica un poco la idea general (lo mismo pasa con el
famoso efecto mariposa que justo
antes de enunciarse tiene una frase parecida) igual que en el caso de
Heisenberg la omisión de la parte inicial de “existe un límite fundamental en
la precisión con la que se pueden conocer simultáneamente ciertas propiedades
de una partícula”; vamos, que no dice que no se pueda, sino que hay un límite
en la precisión con la que se conocen las cosas (como en todo, incluso en los
radares de la Guardia Civil y los tacómetros de los coches por lo que pueden
infringir la velocidad marcada). Parece una chorrada, pero no lo es, ya que
ambos modifican lo dicho y la “traslación” que se hace normalmente no tiene
nada que ver con lo dicho. Como decía Leonardo (Da Vinci, no la tortuga ninja
mutante, aclaro, aunque igual el segundo también lo dice. Que sabré de estas
cosas): “Los detalles crean la perfección,
pero la perfección no es un detalle.”
Pues eso, que no creo que esto explique nada y seguramente
no venía a cuento de nada pero, mira: dicho queda como introducción antes de
pasar a las lecturas (que menuda chapa acabo de colaros y eso que me he dejado
el tema de “el efecto mariposa” que cuando en 1963 lo presento científicamente Edward N. Lorenz lo hizo solo como una pregunta incluso con bastante
duda de que la respuesta fuera afirmativa “Lest
I appear frivolous in even posing the title question, let alone suggesting that
it might have an affirmative answer ...” posiblemente tras haber leído un cuento
de Bradbury)
Posiblemente yo no hubiera comprado para mi primera lectura
de este mes: Parabere; pero como uno
tiene familia, a la que, aunque ellos no lo crean, uno quiere, igual que quiere
a esos amigos y conocidos a los que no ve nunca o que no ha visto en los
últimos treinta años, pues a veces tiene que hacer cosas de las que tiene
dudas, o de las que no tiene dudas.
Creo (sin otro motivo que mi caso particular) que en muchas
casas de cierta época (y, si, de cierta clase social) había al menos un libro
de “la Marquesa”, aunque como ella
aclara cuando después de la guerra civil es juzgada por un tribunal falangista por haber dado de comer al Madrid-Rojo y el inspector-juez
le dice “… aunque la está llamando
Marquesa, sepa que no lo hago por respecto. En estos tiempos falangistas, la
sangre no es más que sangre y es por eso que la trato como Marquesa con todo el
desprecio que me merece. En este nuevo tiempo se impone el mérito de cada uno y
no la cuna.”, ella (a la que no le faltaba carácter ni una vida curiosa en
la que había visto de casi todo) le responde “Inspector, ya que somos sinceros, le diré que, en realidad, no soy
marquesa de nada, al menos de cuna. Es solo el nombre con el que firmo los
libros y artículos que he escrito, por mí misma. Si todo el mundo me llama
Marquesa de Parabere es gracias a mis propios méritos.”
Porque si, la marquesa tuvo un restaurante de postín en el
Madrid antes de que empezara la guerra civil, comentado que ese día “El servicio de cena fue tenso. Nada que
ver, ni por asomo, con el ambiente habitual de un sábado por la noche.”
Algo que no debería sorprender a nadie, salvo que tenso es como llamar troubles a los problemas/guerra civil
de Irlanda pero que, a mí que soy un inculto, me ha descubierto algo que “desconocía, que nunca me había planteado”
y es que la guerra civil empezó de cara al fin de semana, algo que como decían los británicos de Asterix es una
descortesía tan grande como la de atacar a la hora del té.
Otra cosa que me ha sorprendido es que antes de la guerra
civil la marquesa se compra un frigorífico y “No daba crédito al triple salto hacia la modernidad que acababa de
dar. Mas fantástico le pareció cuando, por la tarde, el técnico le indico que
uno de los dispensadores de la puerta era para obtener agua fría y otro para
hielo, en distintos formatos. Aquel aparato se le antojó como un sueño venido
del futuro.”; si, me ha sorprendido mucho saber que antes de la guerra
civil ya existían frigoríficos con estos dispensadores, que yo no conocería
hasta que mi madre consiguió comprar un frigorífico americano por unos vecinos
americanos de la base de Torrejón (a finales de los setenta, y que solo pudimos
hace funcionar gracias al genio de mi tío Pepe Armero que construyo un
transformador que permitía conectarlo ya que directamente era imposible por
esas chorras de la frecuencia, el voltaje y la potencia) y que es uno de mis
electrodomésticos favoritos (aunque yo no tenga uno) en su modelo con
dispensador de agua fría y de hielo pero también en su modelo antiguo como “la
fresquera” que había en El Puig cuando era pequeño (que fue algo que les pedí a
mis padres que conservaran – fue lo único que les pedí, y mira que había cosas
(trenes eléctricos, la colección completa de Life, de Blanco y Negro,
etc.) – sin ningún éxito; afortunadamente supongo ya que no habría sabido que
hacer con ella, pero me encantaba).
Pero, divago, volviendo al libro me encanta cuando está
hablando de la afrenta, la justificación de la causa, para un duelo, que todo
el mundo sospecha es la calumnia, pero “¿Calumnia?
– se extrañó Manuel -. No hay tal, la afrenta es cierta; nadie ha dicho ni
hecho corre rumores infundados, el duelo es para dejar claro que no debe uno
decir la verdad sin el consentimiento del interesado.”
Como libro no es bueno, podría ser mucho mejor, pero la vida
de la marquesa es tan fascinante que es lo suficientemente bueno y da gusto
leer frases de sus conocidos (sensatos, aunque sean cocineros) como “MI querido amigo Ecoffier siempre me decía
que la cultura era casi tan importante como el talento, y yo también lo creo
así.” Nada que añadir.
Compre Ve y dilo en
la montaña, por supuesto en mi Liberia de referencia (repito por costumbre
y con fines publicitarios: Méndez en la calle mayor, donde os esperan) por
aquello de que, al parecer, es un clásico de la literatura afroamericana del
que, obviamente, yo se un poco menos de lo justo y necesario y bueno ya sabéis
que todo es cultura (si, incluso la televisión, aunque, creo, ahora es menos
nutritiva que cuando Aviador Dro
cantaban aquello, aunque con el tono de Servando nunca quedaba claro si era
afirmación o pregunta. Juzgad vosotros):
La verdad es que la historia de un afroamericano hijo de un predicador pentecostal de Harlem, adolescente antes de la segunda guerra mundial, que no quiere seguir los pasos de su padre pues no es una mal premisa, de hecho, parece una premisa que puede dar lugar a un montón de conflictos interesantes que justifiquen considerarla un clásico de algo, pero… la verdad, es que no me ha interesado lo suficiente y no he encontrado nada reseñable en la escritura.
Aunque era mayo, ya estaba publicada y lista para leer la
sexta entrega de la serie de policiacas escocesas de Parks, Cualquiera puede
morir en junio. Si, ¿Por qué no esperan a publicarla en junio o porque yo
no espero para leerla? Pues, yo, porque soy un ansioso pero los de la editorial
pues no tengo ni idea. Como todas las de la serie es una novela correcta,
aunque igual un poco más floja que las anteriores. Igual no es eso, igual es
solo que no consigo cogerle el cariño necesario a su protagonista (que algo le
tengo, pero igual no el suficiente) pese a que pueda identificarme, a veces,
con el cómo cuándo solo quiere: “Sentarse
en su jardín trasero y beber hasta sentirse mejor o que ya no le importase.
Cualquiera de las dos opciones le valdría.”; esta es una sensación muy
conocida incluso ahora que casi no bebo.
Como ahora el panorama editorial me lo permite pues este mes
también tengo japonesa: El tercer amor,
que es una historia sobre relaciones a varias bandas que es entretenida de
leer, no llega a ser buena, buena, pero está cerca.
Obviamente, pese a lo disfuncional que es el país, en cada
novela japonesa leo algo que me reafirma en mis ganas de visitar el país. En el
caso de esta novela no es tanto aprender como se dice octubre en japonés, algo
que podría haber aprendido sin esta novela, sino aprender que este mes es “kannazuku, es decir, el mes sin dioses,
cuando el sinfín de deidades del país se ausentaba para visitar santuario de
Izumo.”; algo que igual podría explicar (en el caso de que el horóscopo
tuviera algún sentido) porque los nacidos en octubre solo más descreídos que
los nacidos en otros meses (en el caso de que esto fuera así). Demasiados “en
el caso” en la frase anterior como para considerar el aspecto ni siquiera digno
de mención, pero… oye, curioso.
Y qué decir de ese “profundice en un asunto al que se
conocía como el «el comercio de las aguas», el de chicas que trabajaban en
ambientes supuestamente de entretenimiento, pero rayanos a la prostitución.”
Vamos, que nadaban entre dos aguas y, nacido en octubre y en el negocio del
agua (no de las aguas, que agua soy hay una) pues descreído y bordeando la
prostitución (por vender, o alquilar más bien, alguna parte de mi cuerpo; la
única que tiene cierto interés, por cierto).
También, aunque lo he comentado con un par de personas y
todas decían tenerlo muy claro, como mi conocimiento del budismo es corriente y
no como “El conocimiento que la princesa
tenia del budismo iba mucho más allá de lo corriente. Sabía que su origen no
estaba en Japón, que había llegado a través de China y que hasta allí lo había
hecho en diversas etapas desde otro país aún más lejano, Tenjiku, la India.”
Tras esta última lectura (más bien a mitad de esta lectura)
pues ya tenía disponible, por los medios extraoficiales tradicionales y
necesarios, mi ejemplar dedicado de Lo
que sé de Almudena, el último libro de Rafa (mi hermano, aclaro por si
alguien no está al tanto de esto y como si fuera una declaración de existencia
de conflictos de intereses).
Siempre me encanta leer a Rafa, unas veces más y otras veces
un poco menos pero siempre me encanta y no creo que exista ningún conflicto de
intereses (si lo hubiera no sé si seria a favor o en contra, sinceramente; creo
que cualquiera que tenga un hermano con el que ha compartido habitación durante
la infancia y adolescencia puede entender la duda en el sentido de un posible
conflicto de intereses) simplemente me encanta como escribe, me gusta su ritmo,
sus ideas y su lenguaje (y cuando no es así, pues no tengo problema en decirlo
ni en decírselo; al fin y al cabo ya nos hemos enfadado y perdonado por temas
más relevantes y seguiremos haciéndolo).
Dicho esto, confesare que al principio había escrito “la
última novela” pero que lo he cambiado a “el último libro” ya que creo que esto
es más adecuado, a falta de una palabra mejor (ya que no es biografía, ni de
Almudena ni de Rafa, aunque cuente cosas biográficas; ni es un artículo, ni una
recopilación de artículos). Supongo, seguro, que hay un palabro concreto para
definirlo, pero como lo desconozco os diré que, para mí, es un poco como un
capitulo alargado (centrado solo en una escritora) de Literatura para caníbales, pero, a la vez, es más que eso ya que es
un elogio de una amistad (no como quiere ilustrar la contraportada con ese “el más cómplice sus colegas” sino como
explica el mismo en el libro)
También he de confesar que le tenía un pozo de manía (miedo
a leer este libro ya que no tenía claro si venia del cariño, de la necesidad de
contar algo, en cuyo caso sería muy bueno; o si como dicen los finos pues había
“Intereses editoriales espurios”, en
cuyo caso existía el riesgo de que no fuera tan bueno. Si, a mí me han educado
así: yo siempre pienso, mal, bien, regular y otras opciones (pensar en una sola
línea, desde un solo punto de partida, pues me parece pobre) y luego, una vez
pensado y con más información, o sin ella, pues decido cual es la línea de
pensamiento mas adecuada, si bien, mal o medio pensionista.
Pues eso, una vez leído os puedo confirmar que viene de un
gran cariño, que es buena y os diría (si tuviera que ponerlo en la
contraportada) que es una biografía de un “espacio vital compartido” por ambos
o, entre nosotros, pues una serie de anécdotas compartidas entre ambos (casi
siempre).
Dicho esto, y para los que tengáis la suerte, o no hayáis
tenido la suerte (que todo depende), de conocerla de antes, os digo que
suscribo plenamente su teoría de la pirámide lectora de Rafa (como la de la
pirámide alimentaria) que aumenta su alegoría del Chopped frente al Jabugo y que es casi tan buena como la “leer retrospectivamente”.
También he aprendido (entre muchas otras cosas) una posible
etimología de bobo, la de Burgués Bohemio (bourgeois
bohème) que me gusta, aunque tengo dudas de que sea correcta; pero a) que sabré
yo y b) si Rafa lo dice puede ser verdad (o mentira ilustrada, recreación de la
realidad, que decía otro Rafael).
Y hablando de recreaciones de la realidad podría decir que
fue culpa de la lectura del libro de Rafa por lo que se me echo encima el
puente de mayo (el segundo, el que solo tenemos en Madrid) sin tiempo para reabastecerme,
pero estaría faltando a la verdad sin motivo alguno y a mí solo me gusta
recrear cosas (mentir dicen los malvados) cuando hay un motivo y no se quiere
conseguir nada especial: recrear por recrear me parece un poco innecesario y un
esfuerzo perdido y recrear para conseguir algo,, en eso estoy con los malvados:
me parece mal. Así de raro, a la par que flexible, soy (y hierático añado, solo
por dejar constancia).
El caso es que sin nada que leer tenía que “tirar de fondo
de armario” y me decidí por El
inimitable Jeeves, la primera de la serie de Woodehouse sobre los aristócratas ingleses y sobretodo pues sobre
su personal de servicio. (Jeeves, por si alguien lo desconoce es el mayordomo
que soluciona todos los entuertos en los que se mete su jefe). Ha envejecido un
poco (ella o yo, o más bien ambos) pero sigue siendo un estupendo divertimento,
un poco como ver clásicos del cine de comedia en blanco y negro.
Todavía en el puente (pero ya no en festivo) me acorde de un
libro que me había recomendado Barcina
y que un día que fui a mi librería de referencia pues no lo tenían por lo que decidí
acercarme a la cadena de librerías más cercana a mi casa a ver si lo
encontraba. Si, como es de una(a) premio nobel pues tenían El acontecimiento, así que seguí la recomendación y me lo compré. Como
ya me había comentado al recomendármelo es una novela verdaderamente corta y
con una letra grande que la hace fácil de leer. Además de esto es una novela
bastante buena sobre un tema complejo sobre el que existen opiniones muy
encendidas (ahora quiero pensar que ya menos, pero en algunos momentos había gente
dispuesta a matar a otra por este asunto – algunas murieron – con una
incoherencia que no puede más que calificarse de llamativa: defender “el derecho a la vida” matando). Sí,
porque la novela va sobre el aborto, y además de penas de multa y prisión varios
grupos llegaron a realizar atentados (supongo que ellos no lo llamarían así)
contra clínicas y médicos abortistas; algo tan demencial como lo de los católicos
irlandeses matando por ser católicos e incumplir de lleno no solo el quinto
mandamiento sino un par más de ellos por el camino.
Muy interesante, aunque si bien estoy de acuerdo con lo en
mi adolescencia (todavía para mucha gente) era una pregunta que muchos no se hacían
“Y, como de costumbre, era imposible
determinar si el aborto estaba prohibido porque estaba mal, o si estaba mal
porque estaba prohibido. Se juzgaba con relación a la ley, no se juzgaba la
ley.” (ni la ley, ni mucho menos, el acto en sí, o la necesidad del acto),
estoy completamente en desacuerdo con su visión de uno de los personajes
centrales de la excelente novela de Irving sobre el tema cuando dice que “se adjudica el poder sobre la vida y la
muerte que tiene las mujeres” que es una visión muy distinta a lo que yo he
leído, donde el no “se adjudicaba” nada sino que solamente cooperaba y comprendía
pero igual me he perdido algo.
Además de estas cosas, pese a que la novela pasa en Francia,
pues me sorprende leer que “En Japón, los
abortos reciben nombre de mizuko, los niños del agua.” Curioso cuando
menos, aunque posiblemente explique porque mucho terror japonés tiene que ver
con el agua y niños pequeños.
Como siempre, aunque había ido a por un libro, pues me lleve
dos, siendo el segundo Caledonian Road.
En principio me llamo la atención por pasar en el Londres actual y que tenía la
ventaja de que, si estaba bien, pues era bastante largo y bueno eso siempre
pues es una buena inversión. La verdad es que no empieza mal y en las primeras
paginas ya hay una frase buena “Campbell
dedico un milisegundo a reflexionar que «sociedad»
es una palabra que solo emplean las persona que nunca tratan con nadie que no
sea igual a ellos.”
Una lástima que estas aventuras y desventuras de nuestro
intelectual ingles que quiere escribir un libro, no hayan conseguido mantener
mi interés durante la lectura, aunque tampoco consiguieron desesperarme como
para dejarlo a medias, y que en la novela apenas si haya alguna otra frase o
ida medianamente buena como para poder recomendar algo tan largo a nadie, ni
clasificarlo de bueno. Eso sí, me aporta un conocimiento que desconocía (que ya
había olvidado desde la lectura) y es que “…
el granito de esos acantilados era el material que se utilizaba para las mejores
piedras de curlin del mundo.”, básicamente porque nunca me hubiera imagina
que estas piedras (o pelota de petanca) pudiera ser de granito. Es algo que podría
buscar en Google como le indica el que esto afirma a su interlocutor para dar
credibilidad a la información, pero a) no tengo tanto interés y b) sospecho que
si lo miro no será verdad (Google no me parece una fuente para dirimir
discusiones; en mi casa sobre se aceptaba como prueba de todos los debates de
la sobremesa lo que dijera el Larousse,
no habiendo más de cuatro comidas seguidas en la que alguien no tuviera que
levantarse a buscar le tomo necesario para zanjar una discusión).
En fin, pues eso que voy poniéndome al día, igual la semana que
viene más, mientras pues, ya sabéis, divertíos asaltando el castillo.
Lecturas
Parabere - Andrea Cabrera Kñallinsky
Ve y dilo en la montaña - James Baldwin
Cualquiera puede morir en junio - Alan Parks
El tercer amor - Hiromi Kawakami
Lo que sé de Almudena - Rafael Reig
El inimitable Jeeves - P.G. Wodehouse
El acontecimiento - Ernaux Annie
Caledonian road - Andrew O'Hagan
PS: si, soy consciente de que no es he contado porque Parabere era una compra necesaria eso queda para otro dia, o no. que igual ni lo habeis notado o ni habeis leido esta nota final.
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