Con un retraso indecente vuelvo a este entretenimiento de comentar mis lecturas. Empiezo ampliando mi record de retraso en escribir aquí, ya estamos a 1 de noviembre y empiezo a intentar comentar mis lecturas de mayo; algo que podría achacar a algunas cifras que he alcanzado ya que este es la primera entrada que escribo desde mi posición de miembro ampliamente susceptible a ser víctima de la discriminación del edadismo, ya tengo los sesenta; el Wurlitzer se acerca a los veinte años (veintiséis desde que montamos el primer bar, algo por lo que nos han dado un premio platino por los primeros veinticinco como empresa), mi peso se ha rebajado hasta cifras que no tenía, probablemente, desde mediados de los años ochenta y que no me sientan especialmente bien (yo diría que ni a mi salud, pero desde luego no a mi carácter) y, no sé, es posible que este trimestre haya batido mi propio record de facturación en mi empresa ya que estoy desbordado de trabajo, que, afortunadamente, gracias a la barba que me había dejado crecer (acabo de quitármela), me empieza a situar en una situación en la que los que me miran (y no me conocen) pues consideran de sabio que es bastante divertida.
Ya digo, podría achacarlo del retraso a cualquiera de estas
cifras o una combinación de ellas, pero la verdad es que no lo hare ya que
espero que todas ellas sigan aumentando (si, incluso el peso) durante bastante
tiempo y espero que esto no aumente los retrasos en mis futuros comentarios.
La verdad es que ahora mismo, con el nivel de retraso que
llevo, casi me da miedo empezar estos comentarios debido a que mi lista de
lecturas atrasadas, y de frases es tan larga que me he quedado sin mis
marcadores favoritos para citas (Book
Darts se llaman y molan todo; así que os los recomendaría, si fuera yo de
ese tipo de personas) de los que tenía dos cajas de cincuenta, por lo que
incluso considerando que haya perdido varios es una cifra de comentarios
atrasados que asusta. Pero no solo tengo que empezar porque necesito mis
marcadores para recordar lo que he leído (ya llevo un par de libros en los que
estoy doblando las esquinas, pero no es lo mismo) sino que ya tengo en cartera
para la lectura todas mis compras en NYC a las que se sumaran las compras de mi
librería de referencia de Madrid (si, Méndez en la calle mayor) que deberé
visitar en breve a ver qué novedades hay.
Así que hoy salvo contaros que, por fin, después de viajar a los estados unidos todos los años (desde el 88, desde el 2001 con Alvaro y Helena y desde el 2015 con Alicia) es la primera vez que la agente de inmigración, tras consultar su ordenador, va y me (nos, que ahora por razones de papeles que no creo necesario contar, pasamos el control juntos) dice “anda, si venís siempre por estas fechas” en lugar de los clásicos “¿motivos del viaje?” y chorradas parecidas destinadas supongo a detectar narcotraficantes o inmigrantes ilegales y simplemente nos deja pasar, pues no voy a contar nada más personal y voy directamente a las lecturas.
Los dos primeros libros los compre en el barrio, sin visitar
mi librería de referencia, por darle una oportunidad a una librería nueva que
han abierto y que es más bonita que otras cosas (o por lo menos de momento,
recién abierta; así que le daré alguna que otra oportunidad) y obviamente el
primero lo compre por su título: Monterosso
mon amour, en la esperanza de que el citado fuera el escritor que, hace
muchos años me descubrió mi hermano (junto con muchos otros) pero obviamente no
lo era (se refiere a un pueblo, por si teníais curiosidad, aunque deberíais
dedicar vuestra curiosidad al augusto escritor, en calidad y nombre).
El libro pues pasa sin pena ni gloria, ni es bueno ni es
malo, pero, aunque yo si sea partidario de ellos también estoy, en parte, de acuerdo
con “Carmen odia los Cliffhangers.
Considera una forma de sadismo dejar al espectador en suspense al final de un
capitulo tras despertar deliberadamente expectativas desmesuradas. No se puede
terminar un espectáculo de circo con un redoble de tambores solo porque quieres
vendar entradas para la siguiente función. No sería ético.”; no creo que
sea lo mismo ya que se trata de vender el siguiente libro solo de seguir
leyendo y bien hechos pues son un estilo que a mí me gusta (a veces).
Mi otra compra fue La
guerrera que no me tentaba demasiado, pero a la que decidí darle una
oportunidad (ya digo, acababan de abrir y no estaban demasiado abastecidas o
con demasiado criterio) pese a que la contraportada dijera que es “una mezcla de memorias y mitología” de
una niña china que vive en California. Pues eso, que será una mezcla, no digo
yo que no, pero poco interesante para mí, salvo tal vez esa parte
inclasificable de “Si fuera mía –
apuntaba alguien -, le daría una bofetada. Aunque para que perder el tiempo en
enseñarle disciplina a una niña… «Criar a
una niña es criar a alguien para que se la lleve un desconocido»” que no
sabría ni por dónde empezar a comentar.
También me ha sorprendido la pasión de los chinos por el número
seis, un número que para nosotros es bastante anodino (aunque tenga sus
curiosidades, como ser el producto de los tres primeros números) e incluso como
justifican algunos aspectos de su importancia “Seis – añadió- es el número de todo. Eres una mujer de suerte. Seis es
el número del universo. Los cuatro puntos cardinales son seis, si les sumas el
cenit y el nadir. El fénix tiene seis notas altas y seis notas baja, en el
mundo hay seis biomas, seis sentidos, seis virtudes, seis obligaciones, seis
tipos de ideograma, seis animales domésticos, seis artes y seis caminos para la
metempsicosis. Hace más de dos mil años que seis estados se unieron para
derrocar a los Qin. Y, por supuesto, el I Ching está compuesto por hexagramas.
Y el Gran Seis, que es China.”; hay, aunque mucho sea ininteligible o
dudoso, pues casi nada.
Después de estas dos lecturas me había quedado sin nada que
leer y a la vez andaba esperando para ir a la feria del libro a reponer
lecturas asi que estaba a punto de rebuscar en la librería cuando Helena me
paso Todas las guerras empiezan en
verano, libro que creo que no se había comprado y que había llegado a sus
manos por ser la autora una conocida de las noches del Morgenstern. En la situación tan precaria en la que me encontraba
pues decidí darle una oportunidad a la amiga
Diana, y tras esta lectura me he dado cuenta de que debo de mantener
siempre un stock de lecturas a mi disposición.
Afortunadamente la lectura me duro hasta mi visita, con mi
amiga Maria de la O (otra cosa que
tengo muy atrasada es quedar con ella para tomar una palmera de chocolate,
pero… estoy en ello) que ya empieza casi a ser una tradición (así soy yo – como
casi toda mi familia – si hago una cosa dos o más veces, pues, si me apetece,
la convierto en tradición y ya está instaurada para siempre). Maria de la O parece despistada pero es
muy ordenada, va a la feria con planificación y lista de deseos e incluso mira
el directorio de casetas para ver a donde tiene que dirigir sus pasos (justo
todo lo contrario que yo, que voy sin ninguna idea previa y no voy aleatoriamente
porque es difícil ir en una línea con más gente recorriendo la misma línea)
pues me deje llevar hasta que en una caseta vimos unos libros de la editorial Sajalin y convencidos de que este año no
tenía caseta (ya digo, que alguien había mirado) pues me compre La cosecha de Hielo.
En principio no tenía mala pinta el libro situado en navidad
en un pueblo de Kansas donde un abogado está a punto de marcharse con el dinero
que le ha robado al mafioso de su cliente, pero las cosas se van complicando.
Ya digo, prometedor, y no está mal, pero se queda corto en el desarrollo y
sobretodo en los personajes y el lenguaje. Correcto, pero nada destacable.
Aunque de momento va en camino todavía no sé si se
convertirá en tradición (depende de factores externos) comprar, en la visita a
la feria, algún libro (o uno cada uno, es una tradición poco definida todavía)
de la editorial Dirty Works. En mi
caso este fue Dios nos golpea a todos,
que además de tener un título que todos podemos compartir pues no tenia, sobre
el papel, mala pinta con un celador de un sanatorio, una campeona de pulsos
femenina, bastantes drogas y una potencial huida a Australia. AL igual que el
anterior es correcto, pero poco más. Lo mejor de todo es la contraportada donde
se inventan frases elogiosas del libro de genere como Shakespeare o Mark Twain.
Es una chorrada, pero me hace bastante gracia y aunque ninguno de los libros
que he leído de la editorial me ha convencido del todo pues intentare que se
cree la tradición.
Obviamente como ya había comprado un libro de Sajalin, convencido de que este año no
tenían caseta, pues enseguida encontramos que sí que tenía caseta (estoy seguro
que si no hubiera comprado el primero pues no habrían tenido caseta; que así es
la vida). Como es una editorial que me gusta pues me compre un par de libros
(lo que casi convirtió, para mí, la feria en mono editorial). El primero (que
he leído, que compre los dos a la vez, no soy tan rarito como para hacer dos
compras en la misma caseta) fue En el
Patio, que es una historia de personajes carcelarios en, si, la cárcel,
concretamente en San Quintín,
escrita, al parecer, por un huésped habitual de este tipo de establecimientos.
Realmente he de repetir la opinión de los libros anteriores y pues eso, ni bien
ni mal, correcto, pero no excepcional. Solamente destacable su opinión sobre
ciertas comidas como “cuando les ofrecían
judías verdes, dados de zanahoria, espinacas o ensalada: comida de niño, no
comida de hombre, decían; comida de gente con tan poco orgullo que eran capaces
de admitir que tenían hambre y no podían satisfacer sus necesidades.”; ya
que como todo el mundo sabe la necesidad de comida, es de comida rica, no de
cualquier comida y menos de verduras. Hasta ahí podíamos llegar, que los presos
también tienes su orgullo (Seguramente, en muchos casos, es por lo que están
presos).
Mi otra compra fue Días
Sombríos, una novela de gánsteres irlandeses, bueno, de maleantes
irlandeses de medio pelo con una pelea entre bandas y varios asesinatos. Este
si me ha gustado más, sin llegar a gustarme, gustarme, ya que le falta mucho
ritmo, situaciones más memorables o frases que dejen un poco de poso. Demasiado
plana dentro de ser correcta. Aun así, añado otro nombre a mi lista de autores
a leer retrospectivamente: James Plunkett
(del que apunto su novela Strumpet City
en mi lista esa que no tengo ni nunca uso; pero apuntado queda y olvidado lo
estará en breve; pero si por lo que sea, la veis por algún sitio y os acordáis
pues oye, ya me contáis).
Curiosamente para alegría mía, Sajalin compartía caseta con
Nórdica, que es una editorial a la que, aunque creo que solo tengo un
libro, le tengo mucho cariño porque el libro que tengo (hijas del frio) es una
recopilación de cuentos de escritoras nórdicas que me gustó mucho (o eso creo
recordar). El caso es que no tenían muchas cosas tentadoras, o nórdicas, por lo
que al final acabe comprándome una novela de un clásico americano, Steinbeck (si, el de las uvas de la ira): El Autobús perdido, siguiendo la
recomendación de la chica de la caseta (creo recordar, aunque puede que fuera
lo contario y que ella me recomendara otro de los que estaban reeditando ¿Quién
puede saberlo?). El caso es que la novela no está mal, los personajes son
curiosos, así como la descripción de aspectos de los mismos como ese que “Creía en el poder la Virgen como los niños
creen en el poder de sus tíos. Era una muñeca, una diosa, un amuleto y una
pariente:”; que igual me solo me llama la atención por lo de tío.
En la novela un autobús queda atrapado por una riada y a
partir de ahí pues, como siempre, están los que quieren seguir y los que
prefieren no hacer nada (como si fuera el típico problema moral del que no
tengo ni idea, pero me preocupa, como resuelven los coches autónomos, ya sabéis,
ese si tu acción tiene una consecuencia mala; muere una persona; pero tu
inacción es peor: mueren dos ¿Qué haces? Lo tienes claro, pero y ¿si una es un
niño, pero los dos son ancianos?; o ¿si una es un premio nobel de la paz y los
otros dos asesinos?; demasiadas opciones, me parece y demasiada necesidad de
información para que haya un consenso moral). EL caso es que en un momento dado
habla de ríos, de esos ríos que podrían ser uno cualquiera de Valencia “Es un rio inestable y temperamental, muerto
durante una época del año, mortífero en otra.” Que tanto recuerda a ese
refrán valenciano de "Plou poc, però
per a lo poc que plou, plou prou".
El caso es que como compre tres libros en la caseta pues me
regalaron un cuentecito, en una edición nov venal (algo que desconocía lo que
era): La pelea en la casa de Hendrix,
que no deja de ser un detalle pero que tampoco es especialmente interesante.
Con estas lecturas llegue, sin darme cuenta, hasta la fecha
en la que tenía que irme a Aruba (de esta experiencia pues, ya, si eso, os
cuento otro día) sin nada que leer y como ya sé que el aeropuerto de Madrid, ni
siquiera en horario normal, ofrece nada bueno de comprar en cuanto a lecturas
pues me volví a acercar a la nueva librería del barrio para darles esa segunda
oportunidad (y por necesidad).
Sigue sin convencerme esta librería, siendo su proximidad su
única ventaja, pero aun no su variedad o criterio (que creo que aún no está muy
definido o que yo no he pillado). Tanto es así que acabe saliendo con la última
de Millás, más convencional no se
puede ser, aunque también compre otra, esa de Ese imbécil que va a escribir una novela. He de reconocer que cada
vez me parecen más flojillos sus libros, con menos interés en la historia e
incluso en la escritura, aunque siempre hay algunas cosas buenas como ese “…pero gran parte de las relaciones sociales
se tejen sobre supuestos que no son. Lo que no es ocupa en la existencia de los
seres humanos más espacio que lo que es.”
Total, que puede que sea por la lejanía de las lecturas,
pero el caso es que nada de lo leído en este mes me ha emocionado
especialmente; podría (si tuviera memoria) contaros ya si algo de los meses
pasados lo ha hecho, pero, como no tengo y para no hacer spoilers, pues solo os
digo divertíos asaltando el castillo.
Lecturas
Monterosso mon amour - Iljia Leonard Pfeiffer
La guerrera - Kingston Maxine Hong
Todas las guerras empiezan en verano - Diana Aller
La cosecha de hielo - Scott Phillips
Dios nos golpea a todos - Poe Ballantine
En el patio - Malcolm Braly
La pelea en casa de Hendrix - George Milburn
Días Sombríos - Gene Kerrigan
El autobús perdido - John Steinbeck
Ese imbécil va a escribir una novela - Juan José Millas

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