jueves, 19 de diciembre de 2013

Seis meses (parte 2)


Si, por fin. Aquí esta la segunda parte de uno de mis primeros post - ese en el que a los seis meses os contaba mi derrame cerebral, mi visita a urgencias y en el que incluía un disclaimer (que también vale para este) - aunque que realmente podría titular, dada mi afición a las una métricas extravagantes, directamente como un año ya que al fin y al cabo seis meses por 2 partes hacen 12 meses, o lo que viendo siendo un año (aunque estoy seguro de que todos lo habíais comprendido a la primera, que es a la segunda cuando no lo habéis comprendido).

Si, porque ya ha pasado un año (algo mas realmente) de mi primera visita a urgencias, bueno, casi podría decir que de mi primera visita a un medico. 

No lo diré porque supongo que siendo pequeño mis padres me llevaban de vez en cuando al medico, al pediatra seguramente, e incluso según las leyendas familiares, una vez me llevaron a urgencias por que estaban convencidos de que no tenia paladar. No de que no tuviera paladar para la comida, algo que en aquellos momentos (debía de tener dos o tres años, ya que la historia sucedió en Colombia) la ausencia del sentido del gusto no era algo que pudieran detectar (es verdad, que luego con el paso de los años se ha demostrado que tengo poco sentido del gusto, poco paladar, como demuestran mis intentos de aderezar las comidas con cierto exceso de pimienta o ajo. Salvo las ensaladas que las aliño, o aiñaba, como un autentico profesional).

No, en aquel momento mis padres estaban convencidos de que no tenia paladar en un sentido físico - cavidad palatal, creo que es el termino técnico aplicable - y que tenia el interior de la boca plana. Tan convencidos estaban que me llevaron a urgencias, verdaderamente asustados según ellos, para que el medico comprobara esta deformación que acababan de notar.

No se si la medicina en Cali, Colombia, en los años sesenta seria la mejor del mundo pero el caso es que el medico, comprensivo y ante la preocupación de mis padres, decidió examinarme y para alivio de todos descubrió en cuestión de segundos que no tenia ningún defecto en el paladar (puede que descubriera alguno de los otros que tengo pero se abstuvo de comentarlos en aquel momento seguramente pensando que para que asustar a mis padres innecesariamente). 

No, tenia un paladar normal. Mis padres no tenían porque preocuparse en este sentido, lo único que le pasaba al niño (a mi) era que se le (me) había quedado una galleta Maria, o similar, pegada en el paladar. No había de que preocuparse ya que, con el permiso del Doctor Ingeniero y su encantadora esposa (mis padres), procedería a intervenirme allí mismo y de urgencia para solucionar el problema. 

Permiso concedido y dicho y hecho. Con un palito, de esos de polo supongo, retiro los restos de la galleta y mostró la normal concavidad de la cavidad palatal de su retoño a los orgullosos padres que una vez tranquilizados, supongo, decidieron seguir tomando margaritas o lo que fuera que habían estado tomando antes de este sorprendente descubrimiento, aunque en menores cantidades por consejo del sabio doctor que con el tiempo se convertiría en amigo de mis padres y acabaría recetando a mi padre una dosis diaria de Coca-cola para combatir el déficit de potasio que tenia y que causo mucha inquietud en mi padre ya que se olvido de decirle que se consideraba exactamente, médicamente podríamos decir, una dosis de Coca-cola, generando un gran debate familiar el respecto que todavía hoy perdura.

Pero aparte de estas anécdotas infantiles, de las que no tengo recuerdo, solo tengo el recuerdo de haber ido, con anterioridad, al medico una vez en mi vida y también por insistencia de un familiar:  obviamente de mi madre, lo que en cierta medida sitúa a mi hermana Helena, la que insistió esta vez para que fuera al medico, a la altura de mi madre, por lo menos en lo que se refiere a su preocupación por mi salud, cosa comprensible si consideramos que ahora ella es madre y ese tipo de cosas se adquieren, como virus de quirófano, con el propio acto de la maternidad. 

Obviamente las dos veces la madre acertó -que lo sepáis para que lo valoréis cuando os enfrentéis a una madre, aunque seguro que ya sabéis que enfrentarse a esa fuerza de la naturaleza que es una madre empecinada es tan inútil como confiar en que el propio bosque regulara un incendio forestal, como descubrieron los ecologistas en el incendio del parque de Yellowstone cuando ya se habia quemado casi la totalidad del mismo sin acabar de regularse - por lo que la insistencia en que visitara a un medico podría considerarse justificada. 

Como ya sabéis esta vez, en la que Helena ejerció de madre, tenia un derrame cerebral y la vez en la que fue mi madre la que ejerció de madre (algo realmente raro en mi madre, al menos respecto a mi) resulte tener un dedo roto - el meñique del pie derecho, por si os interesa - que acabo escayolado, durante gran parte de un invierno de los que nevó en Madrid a mediados de los ochenta, y una brecha en la ceja derecha que requirió que me dieran ocho o diez puntos, con algo de anestesia local, pero con la técnica que ponerme un trapo sobre el ojo para que no viera como cosían, lo que irremediablemente me dejo la sensación de que me habían cosido el trapo a la cara y que iba a ser bastante difícil de retirar (afortunadamente no fue así). 

Ahora que pienso en puntos, me acuerdo, porque todavía puedo notar la brecha, que seguro que fui al medico otra vez: aquella en la que al subirme a una mesa plegable para coger un libro, esta se plegó y yo tras una extravagante pirueta me abrí la cabeza contra el pico de los restos de la mesa. Pero divago, si eso, ya os lo cuento otro día.

Me gustaría poder decir que esta visita fue la ultima vez que he ido a urgencias, pero la verdad es que tuve que volver a urgencias la noche de fin de año, cuando me desmaye sobre el plato de las tradicionales almejas marinera que cenamos y acabe tirado en el salón con los esfínteres descontrolados (vamos, lo que viene siendo, meandome encima).  Esta vez tuve que ir sobre la marcha, en parte por la presión social de toda la familia que estaba presente cenando, que extrañamente y por una vez en su vida hicieron frente común contra mi (los muy...), y en parte porque tirado en el suelo, tras haberte meado encima, pierdes bastante credibilidad y capacidad de convencer.

¿que, que paso? pues es eso es lo que les pregunte y les preguntaba a los médicos, algo que a la vista de sus, claramente escasos, conocimientos de medicina ya no hago habiendo decidido que mis explicaciones medicas son tan validas, si no mas ya que al fin y al cabo yo paso casi todo el día conmigo y me conozco mejor, que las suyas que por cierto son casi inexistentes. Como prueba del desconocimiento de los rudimentos de mis médicos, solo os contare que mi neuróloga, junto con su becaria americana, acabo consultando una duda que teníamos sobre medicinas en Google y era una duda bastante fácil para la que tampoco se requiere ser un botiquín ambulante como mi hermana Columna o como mi tío Jose Ramiro.

La teoría mas fácil, no necesariamente inexacta, seria achacar este desmayo a la presencia de mi abuela en la cena, a su carácter general, y a que, confiando en que ya estaba totalmente recuperado, no era necesario planificar mucho la colocación de los comensales en la mesa por lo que me acabo tocando sentarme justo a su lado teniendo que tratar con ella mas de lo que es aconsejable para un convaleciente, o realmente para cualquier persona en general, salvo para las súper heroínas de mis hermanas Maite y Helena que estoy convencido tienen un súper poder que les permite realizar estas acciones, y otras mas arriesgadas como pasar una tarde entera con mi abuela, con una frecuencia que acabaría conmigo.

La teoría medica se puede resumir en: ni idea, es algo bastante raro, inaudito casi, y no sabemos que ha pasado. Teoría, la de ni idea, que se vería refrendada cuando días después me hiciera un nuevo scanner cerebral y no quedara rastro de mi derrame; cuando el dolor de cabeza, que en fin de año todavía tenia, había desaparecido de golpe. Cosas que, al parecer, también eran inauditas, o inconcebibles, que diría Vizinni. Vamos, una gran teoría, fruto de un conocimiento medico acumulado durante siglos resumido en los estudios de mis doctos doctores y que para los legos se resume en “un ni idea, inaudito”.

Por supuesto, como no podía ser menos, yo tengo mis propias teorías que involucran principios básicos de la hidráulica - al fin y al cabo esa es una de mis especialidades - y algunas de las propiedades básicas de la osmosis, que permiten explicar exactamente claramente lo ocurrido. Pero divago, si eso, ya os lo cuento otro día.

El caso es que deje a mi familia sin tomar las uvas, o tomandolas a destiempo, y probablemente comiendose la lasaña, el plato que completa nuestra tradición para la cena de fin de año, entre fría y helada, o cuando menos recalentada, aunque es una culpa de la que puedo reponerme ya que recalentada también esta excelente, como comprobaría yo al día siguiente en contra de las indicaciones de mi medico; dejandoles ademas sumamente preocupados por mi salud que volvia a fallar, por segunda vez consecutiva, en poco mas de un mes.

Así que ya veis, mi familia no ganaba para disgustos y preocupaciones con mi salud porque, no nos engañemos, el enfermo lo pasa mal - es el que se queda en la UVI o el que esta en observación - pero la verdad, ahora que he estado en los dos lados, no es comparable a como lo pasan los que están cerca y sanos, que si, que ellos se van a casa pero precisamente por eso no saben lo que esta pasando y la preocupación y la inseguridad son mucho mayores. Como le digo al todo el mundo, cuando me pregunta si al tener el derrame “¿tuve miedo y lo pase mal?” con sinceridad tengo que responder que “no, no especialmente. Al fin y al cabo, yo estaba completamente drogado y no me entere de nada, ni de si era grave o no, realmente ni me entre de cuanto tiempo estuve ni donde; pero los que lo pasaron mal fueron los demás, los que me sabían allí, que no solo sabían que si que estaba grave, si no que ni siquiera disfrutaban de la tranquilidad de espíritu que proporciona una cantidad elevada de morfina. Alabada sea la química recreativa (sin excesos)”

El caso es que ahora, tras algo mas de un año, razonablemente recuperado, o recuperado en su totalidad, si soy yo el que tiene miedo. Miedo de ese “ni idea”, tan medico, que al final se expande en una serie de prohibiciones que abarcan prácticamente toda mi vida y que se traducen en la necesidad de hacer muchos cambios en mi forma de vivir que no se si puedo realizar o, para ser sinceros, ni siquiera ser si quiero realizar, si me merecen la pena.

La verdad es que si por mis médicos fuera, lo que tendría que hacer es convertirme en otra persona - vale, ya os oigo, malditos. Ya se que vosotros también pensáis que seria mucho mejor para el mundo que yo fuera otra persona, incluso algunos pensáis que casi cualquier otra persona seria mejor, así de poco exigentes y cabrones sois - y procurar no preocuparme por las cosas, no agobiarme por nada, dedicarme a tener una alimentación mas que equilibrada que básicamente consistiría en dejar de comer todo lo que forma parte de mi saludable dieta mediterránea (vale, bien astur-cantábrica) dejar de beber prácticamente de todo, incluso vino blanco, pese a que todos sepamos que el vino blanco no puede ser considerado bebida alcohólica, o incluso tónica y cafe, y por supuesto, no hay ni que mencionarlo, dejar de fumar. 


¿he aprendido la lección y hago caso a mis médicos (si, ahora tengo varios médicos, ya llegareis a esta edad y vosotros también tendréis varios médicos. No seáis envidiosos)?  

Pues supongo que desde un punto de vista estrictamente formal podría decirse que no, o que no lo suficiente, aunque yo como todo paciente estoy obligado a considerar que si, estoy convencido de que si, que les hago caso en prácticamente todo (conste que la cursiva no es mía, seguramente será de mi enfermera de noche o de mi mala conciencia. Una de las dos).

En cuanto a la alimentación, este asunto quedaría clarísimo si pudiera mostraros una foto de mi nevera, o de mi despensa, hace tiempo y otra actual. Las diferencias resultarían evidentes y donde antes solo había medio limón, o mas frecuentemente media lima, ahora podéis encontrar tomates, zanahorias, cogollos, envidias, pimientos y similares; donde antes solo podríais encontrar latas variadas ahora podréis encontrar legumbres crudas; donde antes solo había hielo - el congelador - ahora hay pescados, carnes e incluso verduras; donde antes estaba la sal ahora podéis encontrar distintos tipos de aceites y vinagres, pimienta de diferentes colores y supongo que la sal estará en algún sitio aunque hace un año que no la uso; si antes me podíais encontrar por la mañana tomandome un cafe con una tostada con tomate y aceite y sal, ahora ya no me encontrareis; si antes me podíais encontrar todos los días comiendo en El Armario o en La Union, ahora tendréis que buscarme antes de comer bajando al Hipercor a comprar productos frescos para cocinarlos, con ayuda, pero sin sal; el cafe de después de comer se ha transformado en un “descafeinado”; los prepandriales, esa sabia costumbre que es la bebida que acompaña al aperitivo, se han transformado en una cerveza y las copas de después de cenar se han reducido hasta un mínimo de supervivencia.

Aunque según mi primer medico el objetivo del cambio de alimentación era solo el de controlar la tensión, siendo mi segundo medico (medica realmente) el que esta obsesionado con que debo adelgazar y amenaza con ponerme a régimen (eso si, sin molestare en averiguar cuanto peso, lo cual no deja de ser sorprendente), mi cambio de dieta ha hecho que adelgace una cantidad desconocida en peso (ya que yo no me peso y a mis médicos, como ya he dicho y para mi sorpresa, parece que esta información les resulta irrelevante y tampoco consideran necesario pesarme) pero que gracias a la necesidad de cambiar de cinturón puedo evaluar en casi 9 centímetros como podeis observar en la foto y que es un dato que para alguien con formación ingenieril, como yo, le permite evaluar la perdida en peso, sencillamente utilizando el teorema de la vaca es cilíndrica (y algún que otro dato adicional necesario que puede estimarse sin problemas). Pero si a mis médicos no les importa, a mi menos, así que no lo haré y os ahorro los cálculos estimativos.




En cuanto a no agobiarme por las cosas, en eso también he cambiado y si antes podía ser considerado, sin yo saberlo que esto me lo han confesado luego mis allegados, como una persona que se guardaba cosas para si, sobre analizandolas y preocupandose por ellas ahora parece que he perdido mi tradicional mecanismo de autocontrol y mas bien tengo tendencia a soltar las barbaridades que me vienen a la cabeza con una soltura cercana a lo ofensivo y/o agresivo. Aunque yo sigo creyendo que sigo igual y que si   antes lo hacia, también ahora me guardo cosas para reflexionar sobre ellas, sin obsesionarme eso si, y que por supuesto sigo asumiendo preocupaciones que realmente podría dejar de tener. 

Por supuesto una de mis principales fuentes de tensión, mi abuela como ya sabéis, ha sido neutralizada - hacia mi - gracias al inestimable trabajo de mis dos hermanas, aunque resulta evidente que en algún momento tendré que volver a asumir parte de esta tensión porque no es esta una situación sostenible en el tiempo, para ellas, y egoístamente prefiero ser yo el que sufra otro derrame que ser el paciente de que lo sufran mis hermanas.

Ademas el otro foco de tensión de cualquier persona: el trabajo, también ha sido neutralizado. Este gracias al gobierno, las instituciones y en general la situación y coyuntura actual que hace que haya tan poco trabajo que realmente es fácil mantener un nivel mucho mas relajado en este terreno, al menos para mi que no tengo necesidades económicas imperiosas. Así he podido, sin demasiado esfuerzo, mantenerme alejado de los proyectos de licitación y de sus entregas lo que me ha liberado del estrés que estos suponen en los días finales, e incluso en las noches finales, dedicandome solo a  colaboraciones cortas y sin casi presión. 

Lamentablemente, la ausencia de tensiones familiares y la escasa presión laboral, no es una situación sostenible a medio-largo plazo ya que esta ultima es mi medio de vida y si puedo relajarme durante algún tiempo, este tiempo no puede ser mucho mas largo que lo que ya ha sido, ya que entonces daría lugar a una presión peor aun, a la presión económica (pero ya cruzaremos ese río cuando lleguemos, si llegamos).

El tabaco, ese mal de vuestro tiempo y del mío últimamente ,aunque realmente para mi, en mis tiempos que diría el abuelete dentro de mi, no es un mal en si mismo, mucho menos “el mal” en si mismo, sigue conmigo, aunque menos. He reducido, notablemente diría yo, el consumo del mismo pero no creo que pueda renunciar a el como pretenden y me conminan a que haga. No, solo fumo menos, pero fumo. Soy fumador, igual que soy razonablemente calvo o castaño claro y no, igual que no pienso teñirme, o hacerme un injerto de pelo, para parecer un surfista, no creo que deje de fumar en un futuro cercano. Seguramente debería hacer todas esas cosas pero así soy yo.

En cuanto a el alcohol, o mas genéricamente el bebercio, pues podríamos decir que mas o menos como con el tabaco. No lo he dejado pero he reducido mucho su consumo, de hecho puedo afirmar que en no me he emborrachado ni una sola vez en todo este año, algo que puede no parecer mucho, pero que no podría decir de ninguno de los años posteriores a, digamos, 1987. 

Si, sigo bebiendo, sigo fumando, sigo saliendo a comer o cenar de vez en cuando y sigo haciendo bastantes de las cosas que hacia y que me hacer ser quien soy: este año he estado en tres continentes, contando en el que estoy ahora; he estado, e ilusionado, en varios conciertos que me han parecido estupendos; me he emocionado con cosas que pueden parecer pequeñas, como los crackers que me regalaron las hermanas Tejedor (me gusta pensar que especialmente Nieves, solo porque me encanta esa chiquilla) para celebrar las fiestas, o con la piña con la que apareció Cabut  alegando que no sabia que se le regalaba a un convaleciente; he probado mi vanidad trabajando y solucionando algunos problemas técnicos que se suponían irresolubles en cuestión de horas; he colaborado, aunque poco, a iniciar un nuevo bar e incluso una librería, aunque menos incluso que en el bar; me he enfadado y decepcionado por cosas, por comportamientos, que seguramente no tengan ninguna importancia pero que me han dolido tanto que no pienso comentarlos en publico, ni en privado; he descubierto buenos escritores, grandes libros y grandes músicos; he estado en la boda de una amiga encantadora a la que se veía, y se la ve, encantada; he vuelto a ver a un amigo de la infancia al que había perdido la pista pero con el que espero volver a retomar la amistad en cuanto supere mi aversión al teléfono; he intentado, con mayor menor éxito, enamorarme de encantadoras mujeres en el momento de conocerlas y de bellas desconocidas sin tan siquiera conocerlas...

Si, pese a lo sucedido he seguido haciendo bastantes cosas, incluso escribo un blog de libros, no digo mas, pero... todas ellas... todas ellas... las hago, las he hecho... con miedo. Pero como cantábamos hace muchos años, para  ahuyentar los miedos injustificados de que nos abandonara cualquier chica de la que nos hubiéramos enamorado aunque no nos hubiera hecho caso, me pongo ahora a cantar “...tengo miedo al terror, es oscuro el terror... estoy sufriendo y en el tiempo lo veras... tengo miedo al terror.... nunca estuve peor...” o me pongo a elevar la voz sobre el resto de mis personalidades, como aquel que para arengar a las masas a la revolución y mandarlas a una muerte segura, les dice “Nadie debería vivir con miedo, compañeros, nadie. A las barricadas.” o mejor aun, por aquello de recordar uno de mis brindis mas antiguos y mas compartidos con los ahora ausentes “Naindie, naindie nació pa sufrir”.

Así que aquí y ahora, bueno, seamos realistas: dentro de unos días y seguramente en la barra de algún bar; pero sonemos maximalistas como debemos ser y porque las frases lo requieren: Aquí y ahora se acaba la tontería, se acaba el año, se acaba seis meses (segunda parte), se acaba el miedo, ya que si no puedo vivir para siempre, moriré en el intento (aunque realmente yo viviré para siempre, que os quede claro, porque al igual que no había mundo antes de que yo naciera, ¿para que iba a existir?, el mundo acabara para siempre conmigo. Lo siento, amigos y me preocupa donde viviréis o que cosas podréis cenar después) pero moriré viviendo con alegría y sin miedo porque, como dijo alguien mucho mas sabio y mucho mas borracho que yo “cada paso que avanzas te acercas al final. Recuerda la palabra: vivir siempre es mortal”

Se acabo y como dice la primera canción del, por ahora, ultimo disco de Eytan Mirsky (al que muchos os perdisteis cantando el otro día en el Wharf-73):

 “...This year’s gonna be our year,
     don’t you know it’s gonna be our year now,
     much better than the year before...”


P.S.: Acabo de enterarme de la muerte de un conocido, muy conocido, al que me gusta considerar un amigo, aunque la verdad es que nunca le llamaría para tomar una cerveza (verdadera prueba de la amistad) y del que ya os contare otro día, pero vamos que incluso esto confirma mi teoría actual y me repito: ya esta bien, se acaba la tontería.

1 comentario:

  1. Gran post. Y no se puede ver un documento mucho más técnico que la foto de los cinturones con la cinta métrica. Excelente.

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