domingo, 15 de julio de 2018

Comentario de textos Junio 2018



Hay un experimento bastante conocido de psicología que se supone prueba la capacidad de percepción y concentración, en el que se pide a los sujetos que observen un video de un partido de baloncesto y cuenten cuantos pases da el equipo que lleva la camiseta oscura. No parece ni difícil (no lo es, la mayor parte de la gente acierta, o se aproxima bastante) ni especialmente interesante, sin embargo los experimentadores lo ven como una prueba de la escasa capacidad de percepción de los sujetos. ¿Cómo, os preguntareis, llegan a semejante conclusión?  Pues sencillamente porque es un experimento tramposo, muy tramposo. Resulta que mientras estas contando los pases un tipo disfrazado de gorila cruza el campo de juego haciendo chorradas y la mayor parte de los espectadores no se dan cuenta de este hecho, no es que no lo comenten, es que sencillamente no lo observan.

¿Prueba esto que los espectadores no tienen capacidad de percepción? Yo lo dudo, al fin y al cabo lo que se les ha pedido es que se fijen, y cuenten, el número de pases que realiza el equipo vestido de oscuro, no se les ha pedido que se fijen en si hay algo anormal en el partido (por muy anormal que sea) igual que tampoco se les ha pedido que se fijen en el color de pelo de los jugadores. Para mí, y en las repeticiones del experimento se pone de manifiesto, es evidente que si no les hubieran pedido que contaran los pases seguramente casi todos hubieran observado al tipo disfrazado de gorila, pero al imponer una tarea concreta en la mente de los espectadores se desvirtúa su capacidad de observación y percepción.

¿Por qué inicio hoy este blog “de libros” con algo tan fuera de lugar? Bueno, pues básicamente porque yo voy a hacer algo parecido y hablando de libros (y canciones) voy a intentar que no se noten mis comentarios sobre algún posible cambio importante en mi vida (la palabra clave de esta frase es “posible”, ya que de momento solo es una posibilidad que estoy explorando, para nada una realidad. Tan solo una idea). Bueno, hare eso o igual – depende de cómo se desarrolle la escritura – igual ni siquiera lo comento en este blog, como si yo fuera tan supersticioso como un escritor que nunca cuenta de que van sus novelas hasta que no las ha terminado cuando la realidad es que yo no soy supersticioso porque serlo trae mala suerte. Así que en esta entrada os pido contéis el número de vocales que aparecen en la misma.


Pero vamos con el experimento y empecemos por mi primera lectura del mes, Papá se ha ido de casa, título que obviamente no invita a leerla pero que como la contraportada la clasificaba de “un clásico del feminismo inglés”, siendo este un tema del que no tengo ni idea, no ya del feminismo inglés, si no del feminismo en general, pues me decidí a comprarla a ver si aprendía, comprendía, aunque fuera algo básico que tampoco era mi interés averiguar las diferencias entre el feminismo inglés y el feminismo de otras nacionalidades. ¿He aprendido algo? No, la verdad es que no, no he aprendido nada pero igual esto se debe a que ya sabía algo de las diferencias históricas entre hombres y mujeres y como estas todavía se mantienen en gran medida (en mayor medida en unos sitios que en otros) a día de hoy (más aun en la época en la que está escrita la novela, 1958). Si, supongo que he aprendido (o podría haber aprendido de no saberlo) que las costumbres sociales son incluso más inamovibles, o más lentamente transformables, que los conocimientos científicos, esos mismos que la protagonista en cierta medida asume durante la novela: “Ella había leído en algún sitio que, en el pasado, la gente creía que el cerebro tenía como finalidad derramar vapor frio sobre el corazón para enfriar las pasiones. Al parecer eso es lo que le estaba sucediendo a ella en aquel momento”. Si, la gente ha creído durante mucho tiempo cosas como estas y como que las mujeres deben de servir al hombre, o que su verdadera finalidad es la de ser “reproductoras” (en este sentido esto no solo una absurdez del feminismo sino de toda la sociedad que trasmite la idea de que la reproducción es parte de una vida completa, tanto para las mujeres como para los hombres) y lo que es peor es que mucha gente sigue creyendo en cosas igual de absurdas o incluso todavía más absurdas como que existen alimentos naturales y otros que no lo son, que existen alimentos libres de químicos, o eso que no todos tenemos los mismos derechos (ya sea hablando de mujeres y hombres, tendencias sexuales, lugar de nacimiento o creencias). Si, todavía quedan grandes bolsas de ignorancia y estupidez en el mundo que deben de ser erradicadas.

Por cierto que esto es algo de lo que yo no me considero liberado ya que todavía considero que hay grupos…  y grupos de chicas. Por ejemplo en la colección (perdón discografía, que no colección) de Álvaro hay dos copias del disco de Heroines (uno de los grupos favoritos de Helena) que pese a ser un grupo paritario, para mí, es claramente un grupo de chicas, que suenan así de bien (o incluso mejor) lo que no tengo ni idea de si me convierte en feminista (por considerar que en este grupo las chicas son más importantes que los chicos, siendo el mismo número) o en machista (simplemente por hacer la distinción). Ni idea, con estas cosas me pierdo.



Algo con lo que si me he quedado de este libro es con ese “Se hallaban, en plena madurez, aun capacitados para cometer cualquier crimen y cualquier grandeza, paralizados por la trivialidad” que siento es de aplicación a mi edad actual (igual no en plena madurez, si no ya un poco pasado, posiblemente solo aprovechable en forma de macedonia, y con capacidad solo para cosas de tamaño mediano; nada de grandezas ni mucho menos de crimenes) pero ciertamente paralizado por la trivialidad. Un poco menos paralizado ahora que me estoy planteando marcharme de este país para quitarme toda esa trivialidad de encima e intentar tomar un nuevo impulso. Como según el experimento debéis andar entretenidos contando vocales, sin prestar demasiada atención a la lectura, aprovecho para dar salida al gorila a cancha y os cuento que el jueves me marcho a Nueva Zelanda, de momento para conocerlo pero con la sincera intención de conseguir que me guste, me ofrezcan un trabajo que me interese y volver para quedarme y reinventarme para dejar de lado esta trivialidad que me paraliza y confiando en que no me salga mi Doppelgänger malvado como el que cantaban que tenían los Hex Dispensers:



Precisamente el tema de los Dopplegänger y en su acepción más normal de “gemelo malvado” encaja con mi siguiente lectura, La novia gitana, ya que su supuesta autora (Carmen Mola) es obviamente un seudónimo (algo que no hacía falta que indicaran en la solapilla, aunque es posible, incluso probable, que existan varias Carmen Mola a las que tampoco quiero ofender que igual alguna es familia de general golpista y tampoco es plan de empezar otra guerra civil por una bromilla) que es algo que puede asociarse a un gemelo, a un Dopplegänger, y porque es mala, como si fuera un gemelo malvado, aunque claro igual el gemelo original tampoco es bueno. NI idea, ya que la lectura de la novela no me ha producido ni el más mínimo interés en saber quién es quién se esconde tras ese seudónimo, así que puede que este sea su gemelo malvado o puede que incluso sea su gemelo brillante, habrá que averiguar quién es el gemelo original para decidir. En cualquier caso creo necesario aclarar que no es que sea una novela pésima, ni siquiera especialmente mala, lo que pasa es que es una novela que no tiene nada: ni una historia clasificable como buena, ni unos buenos diálogos, ni personajes de los que te gustaría saber más; pero como lectura de verano pues se deja leer pero poco más.

La novena hora se inicia con un suicidio, lo cual es una forma cunado menos llamativa de empezar una novela que si eres como yo (y no te has leído la contraportada para saber de qué va la novela) pues te deja con la duda de si la novela se centrara en cómo se ha llegado a esta situación o si bien la novela tratara del futuro y de la aceptación, o no, de este suicidio; de su impacto en otros personajes. Si no eres como yo (y te has leído la contraportada) ya sabes que solo es un punto de comienzo como otro cualquiera y que realmente la historia no trata del suicidio si no que este es solo eso, un punto para situar a los personajes y justificar parte de su situacion. Supongo que si yo fuera un poco menos como yo me habría costado un poco más comprar esta novela ya que las vidas asociadas a un convento de Brooklyn me interesan bastante menos que la perdida voluntaria de la vida, el suicidio, que he de decir es un tema que me interesa mucho.

Aclaro, antes de que alguien se me ponga nervioso: no como acto a practicar, sobre todo porque solo se puede practicar una vez y yo soy más de hacer cosas repetitivas, ya que siguiendo una famosa regla informática a mí nunca me sale bien a la primera ya que si algo funciona a la primera es que está mal; pero también en gran medida porque pese a que soy una persona básicamente feliz.

Por aclarar la aclaración, confesare que no tengo el valor de negar que en algunos momentos la idea de este acto haya pasado por mi mente, todos tenemos momentos verdaderamente malos en los que lo mandaríamos todo a paseo (por no decir a la mierda), a todos nos han dado sirocos en los que no vemos mucho sentido a las cosas. Afortunadamente nunca me he sentido cerca, posiblemente por mis experiencias vitales sobre el impacto en otras personas, pero en gran medida creo que también, pese a lo que recomiendo la sabiduría popular, porque no me he dedicado a compartir estos sentimientos depresivos cuando los he tenido y a que mi relación con las drogas siempre ha sido recreacional y no paliativa, nunca he bebido o he tomado drogas para intentar olvidar o salir de una situación, solo para divertirme o ser lo suficientemente social como para intentar seducir a alguien, solamente para mejorar una situación que ya era buena. Para mí solo existe una forma de enfrentarse a las situaciones malas y es la de plantarles cara, con todas tus fuerzas pero solamente con tus fuerzas; si necesitas sustancias que te den fuerzas adicionales, o si necesitas el apoyo de otras personas (más allá del que ya tienes, del que te has ganado, en condiciones normales) nunca lograras enfrentarte de verdad a las cosas malas, solo las esconderás, ellas se dedicaran a crecer mientras tu no las miras y tú te harás dependiente de ese apoyo externo (ya sean sustancias o personas) algo que me parece más un problema que una solución. Pero divago, ya, si eso, hablamos de temas serios otro día, que ahora es el momento de que sigáis contando vocales y de aprovechar para recordar otro clásico de la letra H, los Hi-Risers:


 En cualquier caso y aunque la novela no trate mucho del suicida deja algunas reflexiones para católicos y otros creyentes en reencarnaciones: “¿acaso puede haber un tormento mayor para un hombre cuyo pecado fue el suicidio que el de permanecer atrapado para siempre en el cuerpo del que había intentado deshacerse?”; e incluso otras para grandes preguntas para los agnósticos con sentido del humor (pero no del tiempo): “¿acaso no es gracioso como morimos todos al mismo tiempo? Siempre al final de nuestras vidas. ¿Por qué preocuparnos?”

A finales de mes, para evitar las fiestas del Orgullo Gay (y Lesbico y Trans, y Bi e indiferente, y cualquier cosa salvo, no sé bien porque, las de aquellos a los que la identidad sexual no nos parece relevante) que ya son las fiestas principales de Madrid que la hacen inhabitable, desplazando a otros santos patrones (como San Isidro, La Almudena, La Paloma o El Camen) más tradicionales y que a mí me molestaban de forma similar (a mi odio por las multitudes y por los festejos populares no le importa la identidad sexual o religiosa, o la causa solidaria que se reivindique y solo respetan, parcialmente las fiestas de San Genaro en NYC) me marche a Piles lo que me obligo a volver a visitar mi librería de referencia, la Librería Méndez de la calle mayor, para proveerme de lecturas ya que ni siquiera tenia lectura para un viaje en cercanías hasta la Librería Fuenfria de Cercedilla, algo que si yo fuera mi hermano me haría cantarme, sumamente enfadado y decepcionado por mi escaso apoyo al negocio, al menos el título de esa temazo de Husker Du, que os recuerdo:



En cualquier caso y sin comprobar si mi hermano ha decidido no volver a hablarme, por no subir a visitarle o por alguna de las otras razones que Husker Du, da en ese temazo, me compre, entre otros, para llevarme a Piles, uno de esos libros que asusta por su tamaño, más de seiscientas páginas, vamos, lo que viene siendo un verdadero “tocho” que se llama Tierra Madre y del que la frase de la contraportada me parecía tan buena como esa de las familias felices y tristes de todos sabéis quien: “Uno viene de una familia como de una tierra lejana. La nuestra era un caso aparte con sus propias costumbres y crueldades”.

Si bien yo le hubiera aplicado el método Stephen King (que según el mismo consiste en eliminar al menos un diez por cierto de lo escrito en cada revisión y realizar más de tres de cada original), al menos un par de veces y le habría quitado unas doscientas páginas que, para mí, no son más que repeticiones la verdad es que es un libro que me ha impresionado.

Según lo leía no podía dejar de pensar en que la madre del libro es exactamente igual que mi abuela: abusiva, manipuladora y sencillamente mala, así como pensar que en gran medida ha sido una suerte que, en cierto modo, mi madre fuera hija única (realmente tuvo un hermano pero murió muy joven) y mi abuela no pudiera ejercer la manipulación final de enfrentar a sus propios hijos. Con doscientas páginas menos habría sido mejor novela y creo que incluso habrían resaltado más esas frases de defensa de los lectores que a todos (los lectores, se entiende) nos gusta leer y nos creemos como grandes verdades: “La gente que lee mucho y con fervor aprende un idioma y habita un mundo que es diferente del mundo de los que no leen. No me refiero a los analfabetos, que, como tantos que conocí en África, desarrollan unas habilidades de observación especiales. Los no lectores son meramente vagos y arrogantes y obtusos. Y cuando hablo de lectores, no estoy pensando en los que están siempre buscando la última novedad, sino a los que vagan por el ámbito de la literatura, a los que se meten entre sus matorrales y en sus cavernas, a los que recorren los caminos poco transitados por los que solo los genios descarriados se aventuran. Los nombres famosos, desde luego: Shakespeare, Dickens (el Shakespeare de la novela), Flaubert, Joyce, Twain y Melville. Incuso quienes no leen conocen estos nombres, y aunque nunca abran un libro, han oído lo de «ser o no ser» y lo de por «por favor, señor, quiero un poco más» y que el capitán Ahab tenía una pata de palo y que la ballena es blanca. Pero nunca han oído los nombres de …” y sigue con una lista de autores que me excluye de su clasificación como lector debido a mi incultura enciclopédica (aunque me siento menos excluido que muchos conocidos míos que más que lectores son practicantes del Tsundoku, esa intraducible palabra japonesa que describe el hecho comprar libros solo para dejar que se apilen, sin leerlos).

Estando ahora mismo planteándome un cambio vital hay otras frases, en este libro con las que me siento identificado: “Con el tiempo, comprendes que se llega a un momento en la vida en el que no hay nada más para ti, nada más que una creciente repetición, el eco moribundo de las cosas pasadas.” pero con las que no me conformo, creo que esto se puede, y se debe cambiar, aunque para ello uno tenga que plantearse algún cambio que pueda ser clasificado de radical. Algunas veces uno ha de pasar de hacer el punk de Refused al PowerPop de The Lost Patrol Band o incluso dedicarse a cantar en un idioma incomprensible para la mayoría del universo, reinventarse como Invasionen y dar uno de los mejores conciertos que he visto en el Wurlitzer y puede que incluso fuera del Wurlitzer.


Algunos cambios aunque nos hagan ser un poco más incomprensibles resultan a veces necesarios para avanzar. Y aquí termina el experimento, el numero de vocales del texto o cualquier otra cosa, para eso están los comentarios.


 Lecturas:

Papa se ha ido de caza – Penelope Mortimer
La novia gitana – Carmen Mola
La novena hora – Alice McDermott
Tierra Madre – Paul Theroux

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