domingo, 23 de septiembre de 2018

Comentario de textos Agosto 2018 - Letra M (parcial)


Este mes también empiezo tarde, muy tarde, a escribir este blog. Parece que empieza a convertirse en una de esas costumbres que todos tenemos pero que nos negamos a reconocer de lo poco que nos gustan y que a falta de reconocimiento no conseguimos corregir (ya sabes el primer paso de lo-que-sea anónimos es reconocer que lo eres y luego, pues luego ya verás cómo lo solucionas si es que tiene solución y si te apetece solucionarlo).

Pese a la inseguridad que puede que mostrara en mi post anterior y aunque todavía no es una opinión definitiva, de momento me veo en la obligación de confirmaros que Auckland es una ciudad muy bonita, una ciudad en la que apetece vivir (a buen entendedor pocas palabras bastan). No es que Auckland haya cambiado entre mi anterior post y este – podría ser, todo es posible, especialmente en una ciudad que todavía está en construcción – ni tampoco es que revisando mis recuerdos del viaje la ciudad haya mejorado. No, sencillamente es que “that was then, this is now” como cantaban The Mosquitos.



Por supuesto, dependiendo de los resultados de mi aceptación médica, mi opinión sobre la ciudad y el país pueden cambiar dramáticamente en fechas próximas. Igualmente puede que según avance, si es que avanza, mi conocimiento de la ciudad cambie mi librería de referencia de Auckland (actualmente Time Out en Mount Eden) por alguna otra pero de momento y pese a algunas decepciones relacionadas con las recomendaciones de mi librera indie mantendré esta referencia (solo en competencia con Unity Books, ya que Whitcoulls, la tercera librería que conseguí localizar, no es competencia pese a que alguna vez fue parte de la cadena Borders, que tenían su punto). Pero divago, ya, si eso, hablamos de las librerías de Auckland, o de la ciudad, otro día; que ha sido un mes de muchas lecturas.

Para la “primera pata” de mi viaje de vuelta había cogido Baby, que mi librera indie me recomendó mucho y que, por supuesto, la portada y la contraportada ponían por las nubes, que si una mezcla entre Patricia Highsmith y telerrealidad, que humor negro inteligente pero que tenía, y tiene, una portada de un rosa tan rosa que no auguraba nada bueno.

Sera por esas cosas que pasan en los aviones pero el caso es que no estoy completamente seguro de habérmelo acabado, no tengo ninguna marca de ninguna frase o reflexión interesante y el recuerdo que tengo es de una aburrida historia, no descabellada (que sería bueno), sino simplemente vacía de interés, excepto el de ciertas inseguridades sexuales de las protagonistas.






Es posible que no me lo acabara ya que en la escala en Dubai encontré Greeks bearing gifts, otra novela de la serie Gunther de Kerr. Como podéis comprender entre una novela que no había conseguido acabarme, o tal vez si, en unas diecisiete horas de vuelo y una nueva entrega de una de las mejores series de novela negra actuales, la primera no tenía ninguna oportunidad de ser retomada para las próximas horas.

La primera virtud de esta novela, aunque cualquier otra novela salvo una en español habría servido igual, fue la aislarme de mis compatriotas que se comportaban como “muy españoles y mucho españoles” en el aeropuerto de Dubai, reencuentro cultural para el que no estaba preparado tras diez días entre personas civilizadas que saben cosas tan sencillas como respetar una cola de espera, o leer cuál es su zona de embarque, o no hablarse a gritos como si estuvieran solos en el mundo, vamos, esas pequeñas cosas que parece que los “muy y mucho” españoles no conseguimos, no ya dominar, si no tan solo practicar.

En esta novela nuestro conocido Gunther (que vive en Grecia bajo otro nombre) sufre un infarto, algo que no le asusta y no solo porque el pobre ya ha pasado muchas, demasiadas cosas, como para asustarse por algo así, sino porque “But straightaway I knew what needed to be done: I lurched into the café, ordered a large brandy, and lit a cigarette but not before snapping off the filter to smoke it plain and get my breath. The old remedies are usually the best.” Esto es lo que yo llamo tener las ideas claras (sobre cuáles son los mejores remedios), estar preparado (llevar siempre tabaco), ser detallista (lo de quitarle el filtro) e incluso tener suerte (que haya un café cerca en el que tomarse una copa). Yo, para cabreo de mis familiares y conocidos, soy de la misma opinión y en las escasas ocasiones en que me he visto en una situación similar siempre he adoptado el mismo e infalible remedio.

Seguro que los expertos médicos tienen otra opinión pero “But take my advice, if you’re looking for truth, don’t ask an expert on anything. What you’ll get is an opinion, which is something very different….. The only people who will always say they’re telling you the truth are priests and witnesses in court, which gives you a pretty good idea of what truth is worth”.

La verdad es que como todas las novelas de Kerr esta está llena de frases que merece la pena leer como su descripción de los criminales, que más que grandes mentes criminales lo que les pasa es que “They lack imagination, that’s all. Crimes are committed when men take an idea that seems like a good idea and then can’t think of enough good reasons why it might not be a good idea”. Algo, la falta de reflexión o imaginación, no es un defecto exclusivo de los criminales sino que demasiada gente no se para a pensar en las cosas antes de lanzarse a hacerlas.

Sin ser la mejor novela de la serie, ni de Kerr (no, sobrino, antes de que me lo preguntes: no, no sabría decir cuál es la mejor) no deja en mal lugar a esta serie, ya clásica, como clásica es este Song from under the floorboard de Magazine:


Para mi magazine es un grupo con una fama inmerecida, un grupo que tiene mucha más fama que canciones buenas y es posible que sea un poco injusto con ellos si afirmo que me gusta me gusta más la versión de Los Nikis que posiblemente no sea mejor pero que para que ha ocupado más horas de mi adolescencia (posiblemente por mi “relación” con Los Nikis, de la que ya hablaremos otro día). Aquí os dejos su versión, La canción de la suciedad, para que vosotros mismos juzguéis:


En cualquier caso, igual que Magazine tiene canciones buenas y malas, no todas las reflexiones de Kerr son buenas, o pueden darse por buenas, ya que parece difícil lo que él ve fácil: “It was easy to imagine Aristotle and Archimedes drinking ice-cold martinis there in search for the final clear simplicity of an alcoholic aphorism after a day of philosophical debate” no solo por los pequeños detalles de la posible falta de hielo, de ginebra o de vermut para hacer un buen Martini, si no también por la inviabilidad temporal de encontrar a los dos sentados a una mesa (que sean griegos y antiguos no los hace necesariamente coetáneos, y creo – no lo he comprobado – que no lo son, como tampoco son filósofos los dos, o no estrictamente).

Prácticamente nada más volver de Nueva Zelanda me marche para Piles para cotillear e informar a parte de mi familia de cómo había ido mi viaje y para darle a Alicia algunas pequeñas chorradas que le había comprado (además de una bolsa que me regalaron en una tienda de artículos para turistas que tenía forma de camiseta, supuestamente de rugby y con los colores de la segunda equitación de los All-Blacks) y también para disfrutar de un poco de tranquilidad, para reflexionar un poco, para darme un par de paseos y chapuzones en el mediterráneo, tomarme el tradicional arroz al horno en Rosario y Federico (que no se llama así pero yo lo sigo llamando así para que no podáis encontrarlo fácilmente, que tampoco se trata de que se llene).

Ya situado en Piles, decidí empezar por un librito corto, TinderBox, que tiene su punto, su punto cultureta como no podía ser menos al ser otra recomendación de mi librera indie. Va sobre un tipo, o tipa que el género no es importante para la historia, que está intentando escribir una versión/variación de Farenheit 451 y que empieza con su propia explicación del título de la de Bradbury: “I know what temperatura books burn at. Half Price”. Es un libro entretenido que comenta muchas curiosidades que yo desconocía (pero que seguro que son conocidas por todos los filólogos o los aficionados a Bradbury) como que lo escribió usando una máquina de escribir alquilada (Por medias horas), es decir, en gran medida, contrarreloj o contra costes podría decirse. Si tardaba mucho pues le sería menos rentable pero tenía la ventaja de que ya había escrito un cuento parecido “The fireman”.

También resulta curioso que ahora mismo existan ya más de 42.000 libros digitalizados y en dominio público que pueden leerse gratuitamente como parte del proyecto Gutemberg ya que sus derechos de autor ya son públicos – lo que en cierta medida va contra la premisa literal de necesitar memorizarlos del original de Bradbury – entre estos libros todavía no este esté. Curioso.

The Lazy Boys es una novela ambientada en una pequeña población de Nueva Zelanda y protagonizada por un pequeño grupo de estudiantes con problemas, o tonteos, con las drogas y el alcohol. Vamos lo típico de los estudiantes en cualquier parte del mundo, nada nuevo por mucho que pase en las antípodas. Aunque no tengo una capacidad clara, por la falta de referentes culturales de neozelandeses me imagino que en cierta medida debe de ser una especie de versión local de Historias del Kronen, o un intento de relocalizar Less than Zero. Lamentablemente para mi ha tenido el mismo interés que la primera (aclaro que escaso) y bastante menos que la segunda que cuando la lei si me gusto bastante (en una relectura posterior eh de reconocer que ya no me gustó tanto y que o la novela o yo no habíamos envejecido bien). Pese a que esta si podría ser una novela que retratara a los neozelandeses y que, por lo tanto, podría haberme recomendado mi librera indie he de decir que no estaba entre las que me recomendó y que la escogí yo solo en mi visita a Unity Books (una librería, más bien una cadena en plan Casa del libro,  que en principio no tenía buena pinta – demasiado generalista – pero en la que había cosas interesantes y a la que seguramente de otra oportunidad, sobre todo por proximidad geográfica al centro de Auckland).

Ya que estamos hablando de problemas de alcoholismo o de drogas, más que del uso recreativo de estas sustancias, os dejo este tema de M.O.T.O., Gonna get drunk tonight, del que si no oyes la letra parece que se refiere al uso recreativo pero que realmente va de un tipo que bebe solo, lo cual para mí es el principio, o la prueba, de los problemas con el alcohol (para mi hay una gran diferencia en el motivo por el que se bebe, en cómo se bebe y como decían aquellos “más vale ser borracho conocido que alcohólico anónimo”).



Una novela, Red Herring, que se anuncia combinando una huelga en los muelles de Auckland con un detective privado excomunista obviamente atrae la atención de casi cualquier lector, o por lo menos a mí. La historia, que está bien, tiene para mí el problema de estar referida a hechos y personajes sobre los que no tengo ni idea, de hecho no tengo ni idea de cuáles son las implicaciones de ser un excomunista en la Nueva Zelanda de los primeros años cincuenta como para reconocer o tener idea de las distintas facciones políticas de ese momento en ese país. Si bien los personajes no dejan demasiada huella y no están demasiado logrados la verdad es que el libro está lleno de cosas interesantes, que yo en mi incultura enciclopédica desconocía como que a las tropas neozelandesas (varias decenas de miles) de la segunda guerra mundial los llamaran los “40.000 ladrones” por razones que en palabras del propio autor son evidentes y plenamente justificadas, algo que uno, yo, no esperaba de los neozelandeses.

En un nivel algo más personal me gusta mucho que a los trabajadores de los muelles (a los estibadores) los llamen familiarmente wharfies, que me parece una palabra realmente graciosa y que además encaja muy bien con uno de nuestros bares; o que aparezca la letra de una canción que las brigadas internacionales le dedicaban al Rio Jarama (que por supuesto yo  desconocía).

Con todo lo que más me ha sorprendido – puede que alguna vez lo supiera – es leer que el IRA realmente le declaro la guerra a Gran Bretaña (al parecer el 15 de enero de 1939 y por carta a Lord Halifax), algo que obviamente, para mi, marca una gran diferencia entre el IRA y digamos la ETA o Terra Lliure, que, hasta donde yo sé, nunca han declarado la guerra “formalmente” al estado español.

Pero ya digo que es algo que no se (lo de las posibles declaraciones de guerra) y es el tipo de olvido que no es achacable a mi pequeños incidentes cerebrales ya que cuando escuche a The Cheeks cantar eso de “everybody knows the answers to your problems, but they can resolve them” no conseguí acordarme del original de The Modernettes y durante muchos años,hasta que he vuelto a oir el disco original en la colección de Álvaro la he considerado como una gran canción de The Cheeks. Aquí os dejo la versión de Confidential de The Modernettes:



Y aquí, solo a titulo comparativo la version de The Cheeks:


En cualquier caso, ya que estamos, confesare que a la hora de buscar esta version he tenido bastantes problemas ya que mi dañado cerebro se habia empeñado en que era de The Figgs y claro me resultaba imposible encontrarla y eso que en gran medida no se parecen nada las dos bandas, o si, como se podéis comprobar en este Bad Luck Sammie.




En Piles también aproveche para leerme dos comics del “autor de comics neozelandes” Ant Sang que fue el único autor local que el dueño de la única tienda de comics de Auckland consiguió recomendarme y que le compre a Alvaro: The Dharma Punks y Helen and the Go-Go Ninjas. El primero parece que es “el clásico” del comic neozelandes igual que Peter Jackson es el director de cine neozelandes, mientras que el segundo era la novedad editorial y acababa de salir. Como habréis notado he utilizado la palabra comic para describirlos, en lugar de usar teberos que es la palabra que yo prefiero, básicamente porque los dos son lo suficientemente espesos como para no poder clasificarlos como tebeos. Tal vez al segundo, que tiene colorines y una historia fantasiosa, si podría aplicársele la clasificación del tebeo pero al primero, en blanco y negro y con misteriosas reflexiones de sus protagonistas solo puede clasificarse como comic y desde mi punto de vista en su acepción despectiva.

También y como es tradicional decidí llevarme Piles un libro de cuentos por si tenia que dejarlo a mitad allí y como todavía me quedaba uno de mi última compra en la que todavía es mi librería de referencia de la capital, la librería Méndez de la calle Mayor, pues me lleve Denuncia Inmediata, que como (casi) todos los libros de cuentos es bastante poco coherente en la calidad de los mismos. En este caso a mí los cuentos me han parecido en general flojillos y rebuscados, sin especial brillantez. De hecho de todo el libro solamente me ha parecido interesante el retrato de “Tomasina tuvo que abandonar la idea de conocer a alguien con quien pasar la vida. En lugar de ello, debía dar a luz a alguien que se pasara la vida entera con ella:” ya que conozco a más de una persona que parece que esta es la decisión que a tomado, incluso recurriendo a la inseminación artificial en algunos casos. No, no es que yo tenga nada en contra de la maternidad (bueno, sí pero eso daría para un debate excesivo) pero sinceramente en algunos casos creo que debería someterse a las futuras madres a algunas pruebas de competencia mental ya que sus razones para ser madres son, desde mi punto de vista, cuando menos dudosas e incluso preocupantes, como la de Tomasina.


Siguiendo con las tradiciones obviamente me quede corto de lecturas en Piles y no me quedo más remedio que coger un libro que lleva rondando por allí varios años y que siempre he conseguido evitar: El bufón, que dicho sencillamente me dio la razón en lo innecesario de su lectura. Si bien la idea de convertir a un bufon en el protagonista de una novela, permitiendo que el mismo haga bromas continuamente sobre los asuntos del reino y sus intrigas, puede resultar tentadora en principio para ejecutarla bien se requiere mucha, mucha, mucha mas pericia que la que demuestra el autor resultando al final una torpe parodia llena de bromas infantiles y casi de instituto.





Durante este mes he tenido varias teleconferencias, via Skype cual hipster o moderno (aunque con poco acierto dado mi carácter más bien ludita), con distintas oficinas de la empresa que me ha ofrecido trabajo en Nueva Zelanda. En un momento dado parecía que los de Wellington estaban muy interesados (luego en palabras de mi contacto principal los de Auckland habían “stomped the foot on the floor”, lo que vendría a ser “dar un puñetazo en la mesa” habían reclamado su derecho preferente sobre mí; lo que obviamente ha aumentado mi vanidad que ya se podía considerar peligrosamente obesa) por lo que leer una novela que pasara en Wellington, en lugar de en Auckland o en el campo, me apetecía y justo una de mis compras, The invisible Rider, pasaba allí, en la ventosa ciudad de Wellington y con un protagonista que en algunos aspectos se parecía un poco a mí, en el sentido de que “Some things in Philip’s life caused him great anguish. He was aware of the disparity between the size of the thing and the felling it aroused” aunque el consigue razcionalizarlo porque “he was also someone who knew the universe to be an interconnected place: moon to the waves and rhythms of the world; house paint to the toxic red bloom in the bay” algo que yo no estoy tan seguro de hacer.

También me ha encantado su visión de internet: “Like the supermarket, the internet has a way of stunning those who come without written notes to guide them. They get stuck in an aisle, eyes blinking under the fluorescent lights, grabbing products they don’t need, intentions forgotten” ya que yo también me pierdo a veces en la red, e incluso en los supermercados, totalmente ajeno a mi intención original de búsqueda. Estoy seguro de que a vosotros también os pasa, no intentéis negarlo que no cuela.

Por último y para terminar el mes, que no mis compras neozelandesas, he leido The Sound of her voice, una novela policiaca situada en un Auckland actual, pero en lo que llaman North Shore que yo todavía no he tenido tiempo de conocer, y escrita al parecer por un verdadero detective de la policía de Auckland pero con seudónimo. Se trata de una novela de crímenes más o menos convencional, escrita de una forma competente pero no excepcional con una historia que se va complicando y que hace una buena lectura para el verano.

Aunque en este post he intentado ser más positivo respecto a mis posibilidades de abandonar este país, la verdad es que de momento me conformare con mi tradicional viaje a NYC, que espero que sea en breve, a la espera de que el departamento de inmigración de Nueva Zelanda me confirme si mi estado de salud física es adecuado para que me faciliten un visado (afortunadamente no comprueban el estado mental, o solamente lo comprueban si ha dado lugar a antecedentes penales. Si a mí también me sorprendió enterarme de que todavía existen los certificados de antecedentes penales y que incluso se usan para cosas).

Si me rechazaran por mi salud me deprimiría bastante ya que saber que mientras que un país probablemente un continente entero (ya que Australia debe tener normas parecidas) considera mi salud insuficiente para trabajar aquí todavía se espera que trabaje al menos quince años más y cada vez en condiciones de menor aprecio a la profesionalidad y/o a la experiencia que dan los años, con menos trabajo, peor pagado y de pero calidad e interés. En fin, ya veremos. Pero divago, ya, si eso, hablamos de trabajo y de la edad otro día.


Lecturas:
Baby – Annalesse Jochems
Greeks bearing gifts – Philip Kerr
Tinderbox – Megan Dunn
The Lazy Boys – Carl Shuker
Red Herring – Jonothan Cullinane
The Dharma Punks – Ant Sang

Helen and the Go-Go Ninjas – Ant Sang y Michael Bennett
Denuncia Imediata – Jeffrey Eugenides
El Bufón – Christopher Moore

The invisble rider – Kirsten McDougall
The Sound of her voice – Nathan Blackwell



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