lunes, 13 de mayo de 2013

¿por qué no recomiendo libros?



¿Qué?¿Como? Pero ¿será posible? ¿de verdad, después de la chapa de post que puso el otro día y que amenazo con continuar en los próximos meses, viene ahora con esto de que “no recomiendo libros”?

Pues si, tranquilamente y con total sinceridad puedo decir que yo no recomiendo libros, es mas, puedo decir cual es el ultimo libro que recomendé, a quien, cuando - incluso, creo que podría decir por que  - y que fue lo que sucedió para decidir no volver a recomendar un libro. No solo puedo si no que, por alusiones, igual debería y como me apetece pues aquí va la historia (o mejor dicho, una parte, la mía, de la misma).

¿Cuando recomendé un libro por ultima vez? pues fue en 1986, como veis hace relativamente poco por lo que obviamente recuerdo los detalles.

¿A quien? pues a mi hermano Rafa. Si, ni mas ni menos que a mi hermano escritor - que ya lo era entonces y mucho antes, probablemente siempre si nos creemos las leyendas familiares - no solo escritor, si no que ademas ávido lector, cuya cantidad de lecturas si bien no son responsables de deforestar toda la Amazonia probablemente si sean suficientes para haber requerido, si no fuera un usuario y fervoroso defensor de las bibliotecas publicas, la mitad de los bosques de Castilla Leon. 

Estos somos, fuimos, mi hermano y yo.

No, no somos nosotros en 1986, sino que posiblemente sea de primeros de los setenta, en El Puig (Jativa, Valencia). 

En 1986 mi hermano tenia 22 años, porque casi seguro que esto paso antes de su cumpleaños, había terminado la carrera de filología y estaba en Boston (creo)  haciendo el doctorado, escribiendo borradores de su primera novela “Esa oscura gente”, dando clases como profesor asistente, o adjunto, o lo que tuviera una menor retribución  económica, retribución tan mínima que cuando volvimos a verle había perdido varias docenas de kilos debido a una dieta estricta de jamón cocido, de chopped o de lo mas barato que pudiera encontrar.

Yo, pues yo tenia 20 años, vivía con mis padres en Madrid, estudiaba Caminos (poco, para ser sinceros), simulaba componer canciones para mi primer disco (aun inédito y por componer, aunque haya quien jura habernos visto tocar en directo - cosa que nunca hicimos) mi dieta tenia una componente liquida importante y la completaba con sustancias aun de dudosa legalidad, es decir que básicamente me dedicaba a disfrutar del final de los años 80 que, diga lo que diga la lógica y el calendario, ya casi habían terminado en parte porque habían empezado un par de años antes de lo que debían y realmente habían sido bastante acelerados (por lo menos para nosotros, los que disfrutamos de la nueva ola madrileña). 

Así que, si bien entre nosotros, solo había - sigue habiendo, para los puristas - dos años de diferencia vivíamos realidades completamente separadas. No, no es que nos lleváramos mal, de hecho ocasionalmente nos íbamos de copas juntos o coincidíamos en algunos bares o eventos, yo me colaba en fiestas de sus amigos (aunque esto no sea muy significativo ya que también me colaba en las de mi hermana Maite y en general, para que negarlo, en cualquier fiesta que surgiera, de la que me enterara y a la que no me hubieran invitado. En mi descargo diré que solo una vez me colé en una fiesta en la que si que estaba invitado pero eso fue un error y si eso que me disipo y si eso, ya lo contare en otro momento). Por supuesto que tampoco nos llevábamos bien, no solo somos hermanos lo cual justificaría plenamente que no nos lleváramos bien sino que siempre habíamos compartido habitación así que las peleas por el espacio vital y la intimidad pues eran el pan nuestro de cada día (el que yo vomitara desde mi cama a la suya, tampoco ayudaba a mejorar la cordialidad).

Ademas, ambos dos éramos, somos, intensos en nuestros comportamientos que dicho, fina y sencillamente, eran casi incompatibles: Rafa necesitaba, requería, silencio y orden como hijo politizado de la transición para leer todo los clásicos - no solo de la cultura latina y griega, sino incluso los germanos y otros - ademas de todo lo que publicaban sus contemporáneos y antecesores e incluso aquello que todavía no había sido publicado por el, por sus compañeros o por desconocidos y, no olvidemos, para crear sus propias novelas, cuentos, tesis, revistas y otros; mientras que yo necesitaba, requería, música, al mayor volumen admisible, y una anarquía parcial como hijo festivo de los inicios democráticos para convertir en influencias toda la música (pop, rock, folk, soul y otros) que ya había sido grabada, la que estaba siendo grabada y la que posiblemente nunca fuera grabada así como para continuar mi, infructuoso, primer intento con la guitarra, la harmonía, los teclados y componer los futuros clásicos de la nueva ola.

Pese a todo esto creo que, en general, no nos llevábamos mal y de hecho incluso conseguimos colaborar para un programa de radio “El gol de Marcelino”  que se emitió en Radio Verde Vallecas (creo que se llamaba) y parte del cual se reprodujo en el numero uno de “La perla de Lab-UAM” (que editaba y escribía Rafa con Orejudo, Azpeitia, Becerra, Lopez, Castañon, Ridao y otros, todos personajes que pululaban y llenaban la habitación que, como hermanos, compartíamos a regañadientes). Pero que me disperso, si eso, ya lo contare en otro momento.

¿que paso? Como ya he contado el estaba viviendo en estados unidos, con unos ingresos bastante limitados, posiblemente por debajo del umbral de pobreza, mientras que yo andaba disfrutando de otro mas de mis años indolentes una vida de nueva-olero/moderno sin preocupaciones, consumiendo música, libros, sustancias recreativas y disfrutando, sin mas. 

Pues un día llamo Rafa, mas probablemente le llamaron mis padres, y todos padres, madres, hermanos puede que incluso la abuela pues nos turnamos para hablar con el. Seguramente, aunque todavía no sentía la aversión que tengo ahora al teléfono, fui el ultimo - antes de la segunda ronda de despedidas y parabienes paternales - en hablar con el. Supongo que después de las cortesías habituales me pregunto si había leído algo. Me gustaría pensar que me pregunto si había leído algo bueno, aunque seguramente solo me pregunto si había leído algo pues aunque yo no leía poco, era demasiado poco para los estándares de mi hermano y lo que leía, que no procediera de la biblioteca familiar -que si que contaba con un voto de calidad - le parecía demasiado malo o demasiado poco interesante o mas habitualmente ambas cosas a la vez.

Pero si, mira tu por donde, esta vez si había comprado y leído un libro. No solo eso, si no que era un libro actual que el no conocía; un libro de un americano de 20 años - importante señalar que era, por lo tanto,menor que Rafa - que parecía haber tenido mucho éxito, en según que círculos, al parecer mas en los míos que en los suyos; el libro era sobre la juventud americana de los ochenta y si, a mi me había gustado y si, se lo recomendaba. Si, era un buen libro seguro que le gustaría.

Pues eso, una conversación intrascendente en la que entre unas cosas y otras comentas que te ha gustado un libro y que si, que te ha gustado, que si, que se lo recomiendas. ¿por que no?. Hala, pues nada adiós, te paso a mama y ya charlamos otro día.

Bien. Nada memorable. Si no fuera porque a la semana - o menos - recibo una carta de mi hermano dirigida a mi, si, a mi. No a la familia como todas, si no que es una carta personal de mi hermano. Sorpresa pero sin preocupaciones, seguro que quiere comentarme algo  que no puede, no quiere decirles, a mis padres: alguna cosa que he de contarle a alguna novia o algún amigo o pedirme si puedo enviarle algo, dios sabe que.

Abro la carta. Una sola hoja. Bien, seguro que es una chorrada. Empiezo a leer...

“Pero tu eres tonto, pero como te ha podido gustar esta mierda de novela, pero es que finalmente se te ha licuado el cerebro por tanto alcohol y tantas drogas o simplemente se te ha reventado por oír la música tan alta, pero, pero, pero es que tu, tu no tienes respecto por la vida humana ni por la literatura ni por nada. Pero, como puedo haberte hecho caso, haberme gastado 10 dólares en comprar esta mierda y como puedes haberte gasto tu dinero en ella y recomendarmela. Mameluco, Bachibocuz, Bebe sin sed. Pero como se puede ser tan tonto, nunca, nunca mas, no pienso hacerte caso nunca mas, diez dólares gastados. No, nunca mas vuelvo a hacerte caso y tu, tu, tu no deberías recomendar un libro nunca mas.”

No tengo copia de la carta por lo que, podéis creerme, esta reconstrucción no hace justicia a la misma ya que mi hermano es un gran escritor y mientras la escribía estaba inspirado por lo que la misma constituía un verdadero espectáculo de creatividad en el insulto. No sobre el libro, que debía de haberle gustado tan poco  que no creía necesario criticar, si no que se centraba en estupidez,  rayana en la estulticia, mi mal gusto y la irreversibilidad de mi tontería que no creía congénita si no resultado de un trabajo intensivo para alcanzar semejante nivel y, marginalmente, en su propia estupidez por gastarse un dinero en tamaña majadería. En mi descargo solo diré que desconocía completamente sus penurias económicas, aunque tomaría consciencia de ellas al ver su delgadez cuando volvió (casi tres cuartas partes de el nunca volvieron) y que nunca le dije, ni siquiera le insinué, que se lo comprara tan solo se lo recomendé.

Así que desde entonces, pese a ver leído cosas muy buenas - notablemente mejores que la que recomendé ese día, que posiblemente no era tan buena - procuro no recomendar libros y solo lo hago en contadas ocasiones con gente que ya se lo que le gusta en ese momento de su vida porque no olvidemos que es posible que a día de hoy ni siquiera lo recomendaría: gran parte de la lectura es el lector, no solo el libro. 

Así que ahora, si me gusta un libro me limito a comentar un par de veces que es muy bueno, si me gusta mucho lo comento un par de veces mas, si me parece una obra maestra igual vuelvo a comentarlo o lo saco en cualquier conversación en la que encaje con las personas que crea que pueden apreciarlo; pero si en algún momento alguien me pregunta ¿me recomiendas este libro? - incluso si me preguntan ¿me recomiendas algún libro? - me callo o simplemente digo yo no recomiendo libros.

6 comentarios:

  1. Pues calculo que fue después de lo que cuentas cuando hiciste una excepción a esa regla al recomendarnos a los colegas del LSI el libro de tu hermano "Esa oscura gente". Yo me lo compré gracias a los generosos emolumentos que recibíamos por aquel entonces como becarios...

    Cuídate!

    ResponderEliminar
  2. Bueno, ¿y al final qué libro era el que le recomendaste?

    ResponderEliminar
  3. Hombre ... pues lo que es a Rafa ni caso, que igual al resto del mundo le pueden interesar tus recomendaciones (o no)
    Pero mola leerte, eso sí que sí
    Maite

    ResponderEliminar
  4. Efectivamente, Jotele,todas las reglas tienen excepciones y recomendar libros de mi hermano pues, como que no es recomendar libros... es, no se, otra cosa (no, porque no sean libros.Que lo son y buenos) es diferente, necesario e inevitable. No digo mas.

    Como decia mi padre, aunque no sea exactamente apropiado: "se dice el pecado, pero no el pecador", bueno igual en otro post. Si eso, ya lo contare en otro momento D. Caamy.

    Maite, pues gracias.

    ResponderEliminar
  5. pues a ver si la otra parte contratante rememora su recuerdo de la recomendación.
    ¿ves?, a las personas sin criterio, nos mola leerte.

    besos (que así, por escrito, se te pueden dar. creo. al menos, enviar).

    ResponderEliminar
  6. Muy divertido y hasta donde recuerdo todo es más o menos exacto, aunque dudo que contuviera mi misiva tantos insultos. Ese ejemplar que compré en Boston aún lo conservaba el año pasado, cuando me tocó ir a entrevistar al autor, en un palaciego hotel de Madrid, así que se lo llevé y le hizo bastante ilusión verlo. El libro era Less Than Zero y el autor Brett Easton Ellis, uno de los tipos más presumidos que he tenido ocasión de conocer. Baste decir que le dije que él podía ser leído como el Scott Fitzgerald de los pijos de los 90 y no percibió asomo de ironía, al contrario, le pareció una visión acertadísima, sobre la que se extendió sin complejos. En fin, lo cierto es que, diga lo que diga el autor del blog, sí que siguió recomendándome libros, siempre con tino, e incluso recuerdo unas sesiones maratonianas de lectura en su casa de la calle Lérida, donde comprábamos seis o siete libros y nos los íbamos turnando todos los participantes, y pasamos varios días encerrados, cambiando de asiento (del balcón al sillón, de éste a la silla de cocina, etc.) sin dejar de leer, salvo en breves pausas para dormir o devorar pizzas.Pero, como dice me hermano, otro día, si eso, lo contaré.

    ResponderEliminar