viernes, 17 de mayo de 2013

Una primera comunión (no la mia).


El sábado estuve en una comunión - bueno, estar, estar, lo que viene siendo estar en la comunión: no estuve. 

Pensaba haber estado, me puse mis mejores galas: chaqueta y corbata, que me compre para ir a un viaje de trabajo a Vietnam, aunque luego apenas utilice y que he convertido en mi uniforme de ceremonias varias; fui a la iglesia, no solo con tiempo si no que también con la sincera intención de soportar todo el rito, ya que se trataba de la hija de un amigo que me había insistido en que le hacia mucha ilusión. 

De hecho según me acercaba al evento iba pensando que igual esta era la primera comunión a la que realmente asistía, desde la mía propia, ya que era la primera vez que asistía sin compañía de confianza (léase: con alguien con quien ira a tomar cervezas mientras durase la ceremonia o con quien entrar a la iglesia, parroquia o recinto solo lo suficiente para poder abandonarla en cuanto se iniciase la ceremonia o incluso antes si se retrasaba el inicio) y que sabia que prácticamente todos las personas que pudiera conocer estarían en el interior devotamente conmovidas. Si, uno también tiene este tipo de amigos y conocidos: de ese tipo con el que tu vida, tus convicciones, tu forma de vivir no tiene nada que ver y que en cuanto pasas un rato con ellos quedas convencido de que hay alienigenas viviendo entre nosotros, pero a los que, inevitable e injustificadamente, tienes cariño.

Ya digo, estaba totalmente mentalizado para el esfuerzo e incluso hasta para mantenerme razonablemente despierto durante la ceremonia, prestando atención a detalles relevantes que luego pudiera comentar para convencer a cualquier incrédulo - todos y cada uno de mis conocidos - de que realmente había estado, aun consciente de la dificultad que ambas cosas entrañaban. 

Pero no fue posible y no por culpa mía, intentare explicarlo.

Habían elegido un sitio que dificultaba notablemente la operación, reduciendo sus posibilidades de éxito hasta el mínimo viable, para poder ser consideradas posibilidades, aunque, en cualquier caso, fueran posibilidades infinitesimales. 

Tal vez si yo hubiera prestado atención a la dirección a la que iba, cuando me la dieron o incluso, tan solo, cuando se la dije al taxista entrar a la comunión hubiera tenido alguna posibilidad y todo mi esfuerzo de mentalizacion habría podido servir para algo. 

Pero no, no fue así e incluso después de decirle al taxista que me llevara a “Guadalquivir 9, por favor. Creo que hay una parroquia o un colegio” , incluso durante gran parte del trayecto, yo seguía sin comprender que le había dado una dirección a tan solo dos manzanas de mi colegio de toda la vida, del edificio del colegio en el que estuve hasta los catorce años, una dirección que formaba parte de mi infancia, infancia que no había visitado, a la que no me había acercado desde hacia muchísimo tiempo.

Resulto que ademas apenas había trafico en esa mañana de sábado, lo que unido a mi habitual histerismo sobre no llegar tarde - el mismo histerismo que alguna vez me ha permitido coger el avión anterior al mío, o que ha permitido que no solo conozca bien algunos bares de aeropuerto si no que incluso a algunos camareros - hizo que llegáramos allí con tiempo mas que suficiente. Si a esto le añadimos que hacia una preciosa mañana de primavera, con un sol todavía suave pero agradable, que yo tenia gafas de sol, que de momento solo me había fumado el primer pitillo del día pues el paseo era inevitable y la necesidad de “hacer pellas” resultaba acuciante.

La única duda que quedaba por resolver era si serian unas pellas ligeras: a fumar un pitillo y recordar las cuestas en las me había estrellado con mi sancheski, muchas, pero esperaba que no tantas como para permitirme llegar casi nada mas empezar la ceremonia; si se trataría de una pellas avanzadas: acercarme a Garces a tomarme un bocadillo, una barra de pan con 50 gramos de embutido recién cortado (chorizo o salchichón que ni mi infancia ni ahora la crisis - la mía de salud - dan para ibéricos), y una coca-cola de litro, que esperaba ser todavía capaz de beberme de un solo trago a modo de entrenamiento para jugar al penúltimo con “litronas” cuando fuera menester, para después quedarme tranquilamente fumando, reviviendo conversaciones hasta estar de vuelta cuando ya estuvieran saliendo los últimos y unirme discretamente al grupo para poder aprovechar el transporte hasta el inevitable cocktail, o coctel; o si seria posible hacer unas pellas profesionales y marcharme a una sesión matinal de cine, dos películas musicales (probablemente Hair y The Last Waltz, en repeat) fumando y bebiendo hasta que interrumpieran la proyección porque el humo ya no deja ver la película, hasta que se acabara el tabaco o acuciara la necesidad de comer algo solido aunque casi seguro que para entonces ya me habría perdido todo el evento, coctel incluido, y me vería obligado a inventar una buena excusa para justificar mi ausencia.

Al final, obligado en gran medida por las circunstancias (Garces hace años que no existe y, seguramente, tampoco las sesiones matinales de musicales, seguramente hoy en día ni siquiera exista el cine Alfonso XIII) no me quedo mas remedio que quedarme fuera concentrado en mis pensamientos, fumando y haciendo un “walk down memory lane” (algo a medio camino de un “Take a walk on the walk side” y de un viaje “Down memory lane”) que se alargo mas de lo necesario y acabe perdiendome toda la ceremonia.

No fui el único. 

Casi todos mis conocidos llegaron casi una hora tarde, aduciendo excusas variadas y confusas. 

Ademas, debido a la duración de la ceremonia y a ser un barrio en el que existe el servicio municipal de la ORA, un elevado numero de espectadores tuvieron que salir a cambiar el ticket de su coche y ya que estaban fuera pues aprovecharon, algunos para fumar un pitillo, otros para buscar un bar (tarea difícil, que no imposible, en ese barrio residencial) o sencillamente, los mas en mi opinión, retirarse tranquilamente camino de otras ocupaciones.

Incluso hubo algunos que salieron con un motivo que explicaban a sus amigos pero que a mi, seguramente ignorante de lo que es un comportamiento social aceptable, me resulto sencillamente incomprensible: “no, nosotros hemos salido un momento que es que ya han empezado con la comunión” explicaban tranquilamente. Pero ¿no era eso a lo que habían ido, a ver la comunión?

En cualquier caso a mi me sorprendió mucho enterarme de que ahora es costumbre que los comulgantes porten un sayo, casulla o similar, sobre el vestido o traje, al parecer para evitar envidias entre los niños y entre las familias. 

Supongo que de esta manera duran libres de pecado, al menos el de la envidia, el tiempo que dura la ceremonia porque la verdad es que a la salida las criaturas habían abandonado el sayo e iban felices luciendo su vestido de cuasi novia, las chicas, o asqueados en gran medida por el traje de marinero, los chicos, y así empieza un circulo de pecado que a algunos les servirá para alejarse de la espiral de las drogas y a otros de antesala para la misma.

Aquí debería incluir un foto de la comulgante, la hija de Muñoz, también conocido como “Montaña” en algunas partes del estado de Nueva York aunque según me informa el recordatorio de la comunión parece que ahora se hace pasar por un tal Muñoz-Conde, pero sorprendentemente, en esta época de fotografía digital y popular, carezco de ella ya que había un fotógrafo designado para tomar las fotos por lo que yo no tome ninguna - vale, mi torpeza con el teléfono también pudo haber sido un factor, pero no determinante - y aun no he recibido ninguna de parte del orgulloso progenitor.

Ya, ya se que a falta de una foto de la comulgante lo suyo seria poner, aunque fuera, una foto de los asistentes, por ejemplo, o de cualquier otra comunión o comulgante, al fin y al cabo nadie se va a enterar. 

Si, también lo he intentado. Tenia pensada una de la comunión de mi hermana en la que, siguiendo una tradición familiar de difícil explicación  (que si eso, ya contare otro día) llevaba el crucifijo del revés aportando un toque punk al evento (mas interesante ahora que el punk se expone en el Metropolitan de NYC donde incluso han puesto una replica de los baños de CBGB. Eso si, sin meados. Creo). Desgraciadamente no ha sido posible localizarla en estos días pero seguro que todavía existe ya que ha sobrevivido sin problemas a un incendio y a varias mudanzas y no iba a perderse ahora. Si eso, ya la incluiré otro día.

Así que hoy toca un post sin foto. Superadlo y seguid leyendo, si os apetece, que yo sigo contando. 

Con la alegría, para los comulgantes, de estar, al menos temporalmente, libres de pecado y con mi alegría personal por haber sido confundido con parte del dispositivo de seguridad de la manchega, como Almodovar, ministra Cospedal (que afortunadamente no iba por el mismo comulgante; al parecer había quince ellos, lo que os comunico que, según mis informantes conocedores de estos temas, debe ser considerado como pocos) estábamos preparados para ir al ágape aunque para ello tuviéramos que superar el primer pecado capital ya cometido, el de la pereza.

Desde el punto de vista del ágape diré que permitía compaginar la gula con la pereza ya que consistía en un formato extraño como es el bufe autoservicio viendote periódicamente en la necesidad de decidir entre ambos. Algo parecido sucedía con la presencia de un duo de violines que lo amenizaba, manteniendote entre la envidia, por no saber tocar, y la ira, por tener que estar escuchandolos todo el rato. Lamentablemente no hubo, por lo menos para mi, estímulos para la lujuria ni oportunidad para ejercitar la avaricia - por ejemplo, arramblando con los antes preceptivos puros que ya no son bien vistos -  aunque seguro que todos, cada uno con su razón y a su manera, aprovechamos para dar rienda suelta a nuestra soberbia. Algunos por su felicidad conyugal, otros por su casi innumerable descendencia (siete hijos el que mas, cinco el segundo clasificado. Ahora solo les falta tener unos buenos trabajos para garantizar el futuro del sistema de pensiones); yo por la vanidad de sentirme el menos anciano de todos, pecando incluso de conocer al Dj que habían contratado para animar el evento y conectar con la juventud pre adolescente (no diré el nombre para conservar su anonimato y su imagen publica pero que conste que, dentro de las limitaciones consustanciales, Jose lo hizo bien).

Por si no lo sabéis y por añadir una nota cultural: hasta el el siglo VI, había un octavo pecado capital: la tristeza (lo quitaron de la lista por considerar que era una variación de la pereza). De este también fui, soy, culpable pero como ya no es capital no es importante y no me dispersare explicando las razones. Si eso, ya lo contare otro día.

En mi descargo, para no pecar de soberbia con el tema de la juventud, decidí marcharme nada mas tomarme una copa - vodka con soda, que desde que me han prohibido la tónica cada vez me gusta mas - y unirme al segundo grupo conocido que abandono el evento. Irme con el primero no encaja conmigo aunque pudiera justificarlo ya que no es fino ni delicado.

Tranquilamente, me marche paseando sin una idea clara de que hacer con el resto del día, averigüe que Alvaro y el Caamaño andaban tomando unas cervezas en el Irreale así que con una meta volante  a alcanzar dirigí mis pasos hacia allí. Ademas parecía una buena escala técnica en el paseo hasta mi casa ya que tras recorrer mas de seis kilómetros hasta un abstemio crónico consideraría plenamente justificada una parada para una cerveza. 

Obviamente, aunque con una cerveza haya quien piense en una cañita, estamos hablando de que me tome un par de pintas.

El Irreale (Ballesta 15, por si os apetece) es un bar muy agradable para disfrutar de unas cervecitas tranquilas si no hay nadie contando las virtudes de cada tipo de lúpulo y otros detalles que están convirtiendo el tomarse una cerveza en algo parecido a catar un vino, captando todo tipo de matices pero sin ni siquiera beberselo. 

Los tres nos reímos de bastantes cosas y aunque andaba pasando el mejor rato del día, me estaba viniendo arriba que se dice, así que cuando compraron el growler (para los menos culturetas un growler no es mas que una botella con cierre hermético, tipo casera antigua - idealmente de un poco menos de dos litros, 64 onzas americanas - que te rellenan de la cerveza de barril que mas te haya gustado, o de la que menos si te apetece, para llevarte a casa) para el aperitivo de la cena decidí que era el momento de otro paseo hasta la tranquilidad de mi terraza dando por concluido el día.

Tal vez la consecuencia mas negativa del día será que me han entrado ganas de "take a walk down memory lane" así que existe la posibilidad de que esos recuerdos afloren por aquí cualquier día de estos, o de los otros. Vamos, casi seguro. 

1 comentario:

  1. Porras, ahora me ha entrado sed. Y la palabra del captcha, encima, es "stout". Coincidence? I think not!

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